En el que todo está mal y todo esta bien.
Me levanto. Tengo que ir a la peluquería. Pero antes, medito.
Decido salir de casa a las 08:19... pensando que la peluquería abre a las 8:30 y, añadiendo mentalmente:
-Me da igual si abre antes, porque no voy a ir antes de las ocho y media.
Para mi desgracia, hay dos personas en lista de espera y tardo ¡una hora! en ser atendida.
Qué desastre.
A las once de la mañana sigo allí, pensando que igual hago la misma jornada laboral que la peluquera. Empiezo a estresarme.
"Pues a lo mejor C. te decía que no te hicieras mechas por eso", pienso en el sillón de lavado.
"Estoy por irme con la cabeza mojada con tal de salir ya de aquí..."
¡Jajajajaja!
¡Es una cárcel temporal! ¿Pero quién ha inventado este tormento?
Salgo como un rayo, no sin antes de que mi peluquera de confianza me peine a pesar de que le dije que no quería peinados. Yo sé que su profesionalidad le impide dejarme salir con la cabeza mojada como un pollo. Cual japonesa inclino la cabeza, dos tres, cuatro veces, mientras le doy una propina que espero le sirva para café, después de haberse enfrentado a mi melena leonina.
Que no elegí "Nelly", por casualidad.
Que tengo el pelo del Rey León y cuando era joven me tenía muy acomplejado el tema. Hasta tal punto que pensaba que jamás lo llevaría suelto. Y luego llegaron unos años en los que jamás lo llevaba recogido. Es lo malo de mi cerebro. Le da miedo cambiar. De joven suelto no funcionaba, de menos joven pero muy joven, suelto a todas partes.
¿Sabéis en realidad cuál es mi peinado más cómodo? El semirecogido.
Si me estreso... me hago una coleta. Y si me estreso mucho (en el trabajo) tras la coleta empiezo a zampar....
Salgo de la pelu completamente arrepentida de no haberme lavado el pelo la noche antes porque, claro, tengo dermatitis y yo sé que la peluquera lo ha notado. Cuanto más estrés, más dermatitis. "Esto no puede ser", me digo, "haz el favor de ir al supermercado y compras algo para desayunar porque eres un auténtico desastre, esta todo mal"
Lucho con ese está todo mal. Y al salir del super con mis bártulos en brazos oigo:
-¡¡Eva!! ¡Eva!!
Me giro.
Es mi amiga N. Llevamos dos días encontrándonos en todas partes.
N. me mira y yo me detengo. Le cuento lo que me ha pasado, me dice: ¡madre mía! ¡sin desayunar! Le pregunto si la acompaño hasta la mitad del camino a su casa, me dice que de ninguna manera. Vuelvo, subo, abro la puerta de mi piso y pienso:
"Esta todo mal".
Está oscuro, está mal decorado, está todo fatal.... Mi ropa también está mal, debería salir a la calle mucho más arreglada.
Me hago un café y unas tostadas. Me las zampo.
-Ains, ahora tengo que ir a la imprenta.
Miro a mi alrededor y me digo: "Oye, no está todo mal, ¿vale? Lo que pasa es que tienes hambre y llevas tres horas y media atrapada en una silla de peluquería".
Ir a la imprenta supone ir, volver y volver a ir. Es un encargo de mi hermano. Mientras camino, oigo al señor del quiosco hablar con un vecino:
-¡Pero qué le pasa al tiempo!
Esta mañana hacía un sol espléndido, pero a eso de las diez ha empeorado paulatinamente, hasta volverse un día frío y tormentoso. Los madrileños de mi vecindario, pobres ilusos, y yo, pobre ilusa, hemos salido "de verano" y ahora no veas la temperatura que hace. Suerte que cogí mi pañuelo y me puse un jersey al volver de la peluquería.
Sintiendo gran empatía por esos vecinos sigo mi camino y me da el sol en la cara y pienso: "Venga, da igual lo que hagas si lo enfocas con alegría. ¿Acaso crees que los demás no hacen las cosas con tanto esfuerzo como tú? ¡Lo hacen también!"
Y de pronto:
-¡¡Eva!! ¡¡Hola Eva!!
Me giro.
Es el cartero.
Con sorpresa veo al trabajador del servicio de correos con su uniforme de correos y sus gafas de sol.
Se me mezcla Nelly, el Blog, la Ciudad Imaginada, los cuentos y la Realidad.
El cartero me sonríe.
-¿Qué tal estás?
(jajajajajaj)
Es que estoy tan sorprendida que no sé qué contestar. Es decir... somos diez mil vecinos y se acuerda de mi nombre... ¿¿vosotros sabéis la cantidad de personas que viven en cinco o seis manzanas de Madrid??
-Bien... ¿y tú?
Tras este encuentro me siento de lo más afortunada y camino más sonriente hasta la imprenta.
-¿Puedes esperar y te hago el encargo ahora mismo?
Sorpresa.
Así no tengo que ir y volver y volver a ir.
Vuelvo a casa con en encargo hecho.
"¡Fíjate, está todo bien! ¡Mi pelo está bien! ¡Mi casa está bien! ¡La decoración está bien! ¡El día está bien y todo está requetebien!"
Moraleja: mi mente es un balancín. Sube y baja, sube y baja...
No sé si esta entrada va a servirle de algo a alguien... ¡¡¡Feliz día de todo bien!!!
ciau!!
2 comentarios:
Hola. Esto es una anécdota real o un cuento ficticio?
Es real...🙂
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