Los animales.

 Recordadme una cosa: la próxima vez que diga que no valgo para hacer fotografías... antes de juzgar debo abrirlas en el ordenador. Porque esta que pongo debajo, ampliada, me encanta: 


Os presento al colirrojo tizón del que os hablaba. Como veis, aunque yo lo observo a él (más bien, ella, en este caso), por su parte también me mira. 

Y ahora os presento otro animalito que encontré en una excursión y que también se me quedó mirando. Pero antes, debo contaros la historia....

... iba caminando por un bosque, por un lugar cercano a una cascada y vi un banco. Al poco de sentarme se escuchó un ruido muy extraño, me levanté y tuve el tiempo justo de ver unas enormes patas verdes escondiéndose dentro de una pequeña cueva. La cueva estaba al lado del banco.

-¡¡Aaaaahhhh!!! ¡Aaaaa...  a ver????!

Es extraño cuando la curiosidad tira de ti en un sentido y el miedo en otro. Así que, primero corrí asustada y luego volví sobre mis pasos, con curiosidad. Iluminé la cueva con mi linterna mientras me preguntaba qué tipo de dinosaurio vivía por la zona. Obviamente, no era un dinosaurio. 

Dragón de komodo, descartado.

Tampoco hay cocodrilos.

Muy grandes esas patas para ser una lagartija. 

Sólo podía ser una cosa.

"Un lagarto", pensé. 

Los lagartos son criaturas esquivas.

"Bueno, seguramente no lo veré más", me dije mientras me tumbaba en el banco. Miré las hojas de roble sobre mi cabeza, cerré los ojos, apoyé la cabeza en mis brazos y respiré hondo.

-Aaaaaaaaaaaaaaah, qué bien se está aquí.

Entonces me levanté y me topé con un lagarto verde mirándome.


Y cuando digo mirándome... quiero decir mirándome

Asombrada, me incorporé y lo miré. Me moví y él me siguió con la mirada. Me senté otra vez en el banco y me puse a pensar. Como tuve que levantarme y pasar por su posición (en la foto lo veis ascendiendo a un peldaño de piedra, pero es que se aposentó allí y se dedicó a mirarme, nada más) pues cuando yo tenía que usar ese peldaño, él se escondía, pero cuando yo volvía al banco... ¡él volvía a salir! 

Fruncí el ceño. Él se subió a la roca y me miró.

"Para ser un animal esquivo...." me dije, "no lo veo yo muy asustado...."

El reptil siguió inmóvil y me siguió observando. De frente. 

-¿Pero qué haces? -pensé yo, jugando a poder hablar con él.

-Nada.

-¿Nada? 

-Estoy observando.

Cada vez que respiraba, se notaba como tomaba aire. Y no hacía nada. Solo mirar. En este caso, a mí.

Pasaron quince minutos.

Probé a levantarme y moverme de un lado a otro, y el lagarto me siguió con la mirada. Sin más. Me volví a sentar y me tumbé. Me incorporé y él seguía atento. Mirándome. Como una estatua.

En serio, no sé qué le pasa a los animales. ¡No me temen! 

-Así que... -dije, para mis adentros-, básicamente, tu vida es sentarte ahí al sol y no hacer nada... solo respirar..

-Eso es. 

-Así, sin trabajar, ni nada... 

Eso pensé y entonces tuve que usar el peldaño porque me llamó alguien y tuve que ir. El lagarto se escondió en la cueva. Cuando volví al banco, volvió a salir y esta vez eligió otra piedra lejos del peldaño, y a la sombra. Pero se puso de tal forma que su cabeza me miraba directamente, y se tumbó de nuevo. Mirándome. 

-¿Y ya está? ¿Respiras y escuchas la cascada? ¿Sin más?

-¿Qué otra cosa hay?

-Bueno, no sé... -pensé-, puedes hacer planes. O pensar en cosas que vas a hacer. Planificar.

-Me parece que los humanos no sois tan listos como pensáis...

-¡Jajajajajajaj! 

Hay mil cosas para pensar. Y él ahí plantado, mirándome.

Los minutos pasaron.

Media hora y no hizo nada más que mirarme.

Me incorporé, le lancé un trozo de naranja, pequeño, que aterrizó en el primer peldaño. No sabía si comían naranja. Él la ignoró.

"No debe gustarle la fruta", pensé. 

Cerré los ojos y se me ocurrió una idea. ¡¿Podría hacer yo lo mismo que él?!

Volví a mirarle. Y él erre que erre, muy atento y con los ojos clavados en mí.

-Yo también sé hacer eso -le dije, mentalmente.

"Voy a dejar la mente en blanco y solo escuchar". "Ya verás..."

Me tumbé. Ni quince segundos pude dejar mi mente en blanco sin pensar en mil ideas. 

Me volví a incorporar. El lagarto seguía con los ojos fijos en mi figura, mirándome. Hum. Lo intenté otra vez. Ni un minuto. Me distraía. Abría los ojos, me levantaba, miraba al animal, el animal seguía inmóvil, salvo por la respiración. Parecía un monje haciendo Zazen.

-Yo también puedo hacer eso si quiero.

Igual en otra vida había sido maestro budista. Vete tú a saber...

Cerré los ojos y escuché la cascada.

A la quinta va la vencida. Esta vez sí.

"Uaho".

El tiempo se hizo lento. Eterno. NO hay tiempo.

La cascada era colosal. No había nada en que pensar, sólo había que observar el mundo. Y respirar. El mundo era yo y yo era el mundo. Qué maravilla.

"Cielos. Es un lagarto Zen". 

-A cualquiera que le cuente esto... no me va a creer.

Me levanté y lo miré. El lagarto cerró los ojitos. Yo también. Pasado un tiempo (largo) y pese al fragor de la cascada.... noté algo muy raro.

"Se está moviendo".

"¿¿¿¿¿Cómo puedo oír sus pisadas si hay una cascada de fondo??????"

(¿Oyes... o sientes?)

No tengo claro cómo lo supe.

Abrí los ojos. El lagarto había bajado al peldaño. Me miró y se detuvo. Le miré. Fruncí el ceño y le miré más intensamente, y va y cierra los ojos, los abre, mira para otro lado y me vuelve a mirar, y entonces bosteza. Y se tumba. Cuan largo era.

-¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJ! 

Si no fuera imposible, juraría que estaba tratando de disimular.    

Miré para otro lado (haciéndome la distraída) y entonces se movió y se comió el trozo de fruta.

-¡EH, TÚ! -lo acusé mentalmente-, ¡te he visto!

El lagarto se relamió y ladeó la cabeza, mirándome. Muy atento.

(¿Tienes más?)

Aaaaaaains.

Busqué en mi mochila. Si llego a saberlo, le guardo más naranja. 

-No queda -le dije, mentalmente-, lo siento. No sabía que te gustaba. Te habría dado un trozo más grande. ¡Yo no sé nada de reptiles! ¿Coméis fruta? 

De repente se oyó un ruido. Me giré y descubrí con sorpresa un lagarto verde más verde y más pequeño, que venía directo hacia mí. Relamiéndose. Desde el otro lado del bosque...

Miré al reptil que tenía más cerca. 

"Sé lo que va a pasar, antes de que pase".

Cuando el otro lo vio empezó una gran pelea. 

Aproveché para irme, 

Saqué varias conclusiones: primera, el mundo animal es más "básico" que el humano (¿corre..? ¿huyo..? ¿me lo puedo comer..? Tengo frío / Tengo calor) así que... realmente a los animales les importa poco si ha caído la bolsa en Tokio, si el Pacífico se llena de plástico (bueno, eso les importa pero no las razones) y del mismo modo sería inútil sentarte a discutir con ellos por qué la Luna mide lo que mide o por qué estamos viendo una estrella que quizás hace milenios que explotó... Eso les da igual. Del mismo modo, ¿un ser mucho más evolucionado que yo no tendría nada que decirme porque la diferencia sería igual que la que tengo yo con el reptil? Es decir, ¿y si para esos seres super-evolucionados sentarse a hablar con nosotros fuera como para nosotros explicarle a una hormiga el teorema de Pitágoras? ¡Le va a dar igual! 

Eso, por un lado.

Por otro lado, ¿hasta qué punto nuestro cerebro no es como el de los animales? Me explico: somos animales con un lenguaje más evolucionado (y escrito). Pero animales, al fin y al cabo. Tengo frío, tengo calor, tengo hambre... todas esas cosas no son ajenas al caballo, lagarto, delfín o gorila. Es decir, una parte grande de nuestro cerebro y por tanto, inteligencia, es muy básica. Es, de hecho, animal.

No digo que el resto de razas de la Galaxia (o, por citar a vecinos cercanos, de Andrómeda, no se parezcan a nosotros), sólo digo que un ser evolucionado de verdad, uno que haya trascendido todo eso de comer y luchar, debe vernos como yo al lagarto. 

Dirá: "Para qué voy a explicarles nada, si todavía tienen guerras y se cargan su propio planeta..." 

Qué desastre. Es mejor tumbarse y escuchar la cascada.

;) Saludos!!  


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