Cuentos Zen.
Os voy a contar dos relatos que he escuchado y me han gustado mucho. Pero lo voy a hacer de una forma especial, voy a usar un programa que genera palabras al azar en Internet, y las voy a incluir en los relatos:
(vuelta y canario)
Érase una vez dos monjes budistas que caminaban de vuelta de un agradable paseo. De repente, un caracol se cruzó en su camino. El primer monje lo vio a tiempo y exclamó:
-¡Un caracol! ¡Menos mal que no lo he pisado! Su vida es preciosa, al salvarlo, he salvado toda una sucesión de vidas futuras. ¡Que acto tan noble el mío!
El otro monje contestó:
-¡No! ¡Te equivocas! ¡Hay que matarlo! ¡Piensa en el hermano que cultiva las verduras! ¡Ese caracol se las comerá todas... matará las lechugas! Con tu acción has condenado esos pobres seres.
Como no se ponían de acuerdo, ambos decidieron acudir al Anciano Maestro Zen, el monje más mayor que lideraba el monasterio, famoso por su sabiduría. Cuando llegaron, un hermoso canario se posó sobre la rama baja de un manzano, a tiempo de escuchar la exposición del primer monje:
-¡Maestro, maestro! Mi hermano quería aplastar un caracol, ¡pero toda vida es preciosa! Yo lo he salvado, y he salvado así un montón de vidas sucesivas. ¿Verdad que tengo razón?
Y el Maestro contestó:
-Sí, sí, tienes razón. ¡Sí!
El otro monje, le dijo:
-Pero Maestro, al salvar al caracol... ¡ha matado nuestras lechugas! ¿Qué pasa con la labor del monje hortelano? ¿No hay que respetarle a él y la vida de las zanahorias y verduras que planta y cuida a diario?
Y el Maestro contestó:
-Sí, sí, tienes razón.
(¡Jajajajaj! me partí de risa con esto)
Un tercer monje que escuchaba la consulta se acercó a preguntar:
-Pero Maestro, ¿cómo pueden tener razón los dos? ¡Los dos no pueden tener razón! Tendrá razón uno u otro, ¡pero los dos no pueden!
Y el Maestro, tras considerarlo, contestó:
-Sí, sí, ¡tú también tienes razón!
FIN.
¡Jajajaja! ¡Me río mucho con este cuento!
Voy a darle a generar palabras en mi programa aleatorio y os cuento el segundo. Esto de incluir palabras que me da el azar es un reto creativo. ¡A ver qué sale ahora!
(Vapor-dados)
Un monje que no era capaz de controlar su mente le dijo a un maestro zen:
-Maestro, no consigo que mi pensamiento se serene. Por más que lo intento. No soy capaz... Yo creo que no valgo para esto.
Y el Maestro contestó:
-Voy a contarte una historia... Érase una vez un cazador que atrapó un elefante maravilloso. Era gris y joven, de piel uniforme, magníficas orejas triangulares, defensas puntiagudas. Un ejemplar sin parangón. Decidió venderlo al señor de las tierras en las que vivía, por un buen precio. Pero antes, ató el elefante a un árbol majestuoso, y lo sujetó con una argolla muy firme en la tierra. El elefante, los primeros días, tiraba de la cuerda, barritaba enfadado, protestaba elevando sus colmillos...
(Y yo pensé: este relato no me gusta, porque es la forma de domar a un elefante. La realidad tras esta historia es realmente algo muy triste. Los elefantes, cuando son pequeños, tiran de la cuerda y no se pueden soltar. Cuando son mayores tienen fuerza suficiente para arrancar el árbol, pero... ya no lo intentan. Si el cuento va por ahí -pensé-, me va a poner muy triste porque en realidad de lo que habla es de rendirse...de renunciar sin darse cuenta a la libertad).
-.... un día se enfadó tanto que le salía vapor de la nariz y debido a las patadas que daba a la tierra y las coces que le daba al árbol, hasta los dados de un casino situado al otro lado del planeta temblaban sin control sobre un tapete...
El Maestro Zen hizo un alto, luego continuó:
-Al día siguiente, cuando amaneció, el elefante estaba tranquilo. Ya no volvió a dar patadas a la tierra, ni a cocear el árbol, ni a barritar sin control...
(qué pena -pensé-, el pobre se ha doblegado.... Pero entonces escuché lo que fue para mí una sorpresa):
-El cazador lo liberó y lo entregó al rey... y desde ese día pasea por el pueblo con un barril de agua, ayudando a la gente y haciendo servicios públicos. Es libre y es feliz.
(¿Hum? ¿Seguro?)
-Pues bien -continuó el Maestro-, ese elefante es como tu pensamiento, la cuerda es la atención y el objeto de la meditación es la argolla.
(¿Alguien más se está preguntando que es "el objeto de la meditación"?, lo de la cuerda lo entiendo pero lo otro...)
Y el alumno, agradecido, siguió meditando.
2 comentarios:
Siguió meditando por que se dijo "pa qué preguntas!" Y el maestro pensó "a ver qué le digo yo a este" y cuánto más rara y retorcida sea la respuesta mejor, eso lo hace sabio por que nadie más entiende que leches está diciendo. Pero el secreto es que ni el mismo maestro saber lo que dice. Lo que viene a ser un "vende humos" jjjjjj. Y el primer cuento me he imaginado a un borracho contestando, ha sido muy gracioso jjjjjj
Buenas noches!!
Jajajaj! Sí, es una versión del cuento.. Jajjajaj!
Publicar un comentario