Nelly y los juegos de mesa (Editada)
Ayer quedamos varios a jugar a juegos de mesa (previos test, etc.)
Código secreto.
Fue un verdadero desastre. No gané ni una partida. Básicamente, tú dices una palabra o pista y un número, y ganan aquellos que descubran antes el código. Por ejemplo:
Zapatos, tres.
Y en la mesa tienes: tacón, deportiva, cordón, músico, botín, zapatero,...
Vale, el problema es que si señalas una palabra que no es, ayudas al contrario. Y aquí ocurrió una cosa. Mi mejor amigo músico es pragmático. Pero mi otro mejor amigo... relacionaba todas las del tablero. Cosa que nos ocurre a las personas que "nos comemos mucho la cabeza". Daba igual lo que le dijeras: elefante...las asociaciones eran infinitas. Cuando me tocó el turno, vi "Saturno" y "Científico" y "Carta" y pensé: "oh, venga..."
(Diálogo mental, conmigo misma)
(A ver, engloba. Busca cosas que engloben a dos cosas, así es como lo descubrirán)
Astronomía
(hum... pueden decir esa que no es... ¡espera! lo tengo! =Astrónomo - dos)
Mi "mente sin palabras" me pregunta por qué en "persona" y contesto pensando: "A ver, si dices astrónomo, es un científico, es una persona, y Saturno está bastante asociado... ¿no?"
Y esa la acertamos. Pero lo demás, no, por lo que pensé que era una enseñanza sobre cómo los seres humanos ven una cosa y cada cuál interpreta algo distinto.
En la última ronda me quedé sin turno y a mi compañero le faltaba por averiguar una palabra. Y dijo: "mi palabra favorita es robot.. y destino".
La palabra era Hotel.
Y yo le dije a mi mente:
"-¡Si pudiera decirle que la pista anterior le vale! ¡Si pudiera si pudiera! ¡¡¡Espera, díselo!!!! ¡¡Díseeeloooooooooooooooooooo!!!!"
Le miré así, en plan La Vida es Bella, jajajjaja díselo-díselo-díselo... Sabiendo que elegiría Robot u Destino. Le dije a "coso": "Dile que la pista anterior le vale, ¡dile que la pista anterior, dile que Multitud le vale, mándale Multituuuuudddddd"
De pronto, en medio del silencio de la mesa, le oigo decir:
-¿Cuál era la pista anterior? Porque si ... Multitud... entonces, podría ser Hotel.
Y aquí, señoras y señores yo me volví loca, le señalé diciendo: ¡¡¡la magia existe!!! Y me cargué el juego. Él dijo "Hotel", juró y perjuró que iba a elegir esa palabra, mis otros amig@s me dijeron que yo se lo había confirmado y mientras yo gritaba: ¿¿¿¿Pero no lo veis???? ¿¿¿¿No veis lo que acaba de pasar????
¿Creéis que me creyeron? No.
Ni siquiera se me oía. Tengo un tono de voz muy bajo. Además, ¿qué sabrían ellos de lo que yo pienso y qué puedo saber yo de lo que él habría elegido? Nos quedamos con la duda. Él asegura que iba a elegir hotel y no las otras palabras que dijo. Del mismo modo que ellos no saben mi diálogo interior sobre "mándale la pista", antes de que le acudiera a la mente. Yo soy escéptica, creo que fue casualidad y que habríamos perdido, pero como me entusiasmé como Mulder ante la llegada de los extraterrestres, jamás lo sabremos.
Y ahí quedó, un auténtico expediente X o de cómo una pista sobrevoló la mesa, sin venir a cuento ninguno. Y encima la pista estaba mal, va un jugador enemigo y me dice: "Pero Nelly para Multitud se refería a baile y a estadio y esas ya las acertaste..." ¡jajajjaja! ¡Voy y le mando mentalmente una pista errónea y el va, la dice en voz alta y elige la palabra correcta! ¿¿Nadie ve nada raro ahí???? ¡¡Nadie ve nada raro en lo que ha ocurrido!!
El juego de los vaqueros.
Preprogramación de personajes. Es un juego muy sencillo. Tú eliges tres cartas: arriba, abajo, disparo... y los personajes hacen lo que dices. Pero como tú eliges antes de ver lo que harán los demás, pues te queda algo muy distinto a lo que pensaste.
En estas que debato con mi "yo interior" el plan de la última tirada:
"Esto, esto y esto, ¿te parece bien?".
Mi yo interior es "intuición", no contesta con palabras, generalmente. Por su parte no había inconveniente. Todo bien.
Vale.
Miro el tablero. Miro mis cartas. Y de pronto, me da un ataque de risa brutal.
-¡JAJAJAJJAJAJAJA! jaajjajajajajajajja!
Mi mejor amigo músico me mira. Neutro. Mira el tablero, me mira de nuevo reír, y entonces se echa a reír él.
-¡No! -grita.
-¡JAJAJAJJAJAJAJAJA!
¡jajajajajaj!
-¿Y a estos qué les pasa?
-¡¡JAJAJAJAJAJAJAJ!!!
La clave era la pre-progamación y que yo veía el juego como una película.
Veréis, no había tenido en cuenta que al disparar, lanzamos hacia un lado la ficha del otro, es decir, le haces saltar de vagón. ¡Jajjajaja! Pero es que fue aún mejor. Estábamos 2 y 2. Dos chicas y dos chicos. Chico y chica en el vagón 1 y chico y chica en el vagón 2. Yo estaba en el dos. De pronto ambas chicas nos giramos, disparamos a los chicos, los chicos salen volando del tren (uno por la locomotora y otro por la parte de atrás) y luego las chicas nos giramos y nos acercamos. Gané yo porque estaba más cerca del vagón de premio. Pero, jajjaja! quedó tan...teatral. Estábamos los cuatro de palique (yo me lo imaginaba encima del tren) y de repente, las dos nos giramos hacia los otros dos forajidos y salen disparados fuera del tren...qué risas, por favor, qué risas. Fue muy cómico e inesperado.
Y luego sigo con el Secret Hitler.
Que ese tiene miga.
CONTINUAMOS...
A las doce de la noche y cuando ya estábamos por irnos, mi amigo músico dice:
-Estoy ya por deciros que nos quedemos a jugar al Secret Hitler.
-Hombre, no sé, yo creo que ellos quieren irse... -miraron a la pareja.
Sentada en el sofá, debatí conmigo misma qué me apetecía más.
(No pensaba quedarme tanto pero, ¿cuál es el verdadero problema? El transporte. ¿Y qué es mejor, irme yo sola ahora, caminado...? ¿no ha dicho el anfitrión que te acerca casa en coche si te quedas?)
-Nelly... ¿tú qué quieres?
Miro a mis amigos.
-Me da igual, si queréis, jugamos.
-A ver, este juego es muy sencillo. Uno de nosotros es Hitler, otro es un fascista y los otros tres, liberales -ya éramos cinco-. El objetivo de los fascistas es promulgar leyes de color rojo o bien que, pasados este punto del tablero, Hitler sea elegido canciller...
-Que así es como llegó al poder -añade el músico, alzando los brazos.
(¡ah!) me digo, poco interesada.
Sé eso por mi libro de historia. No sé, me recuerda a cuando me enteré, supongo. Estudié cómo subió al poder hace años, no dejó de sorprenderme, la verdad. Era socialista. Es tan complejo el mundo humano...
Vale, volviendo al juego: lo capto, rojos contra azules. Hitler sabe quién es el fascista. Cerramos los ojos. Reparten previamente las cartas. Abro los ojos.
Me toca ser liberal.
Le pregunto a mi intuición interior: "¿quién es el fascista?" Miro a mi amiga Bea y de repente estamos en la Alemania nazi.
Jolín, es que debería abrir una consulta de Tarot, o algo.
-Bea y tú sois malos -señalo.
Lo eran.
Mirando a su novio, a los ojos, convencida, añadí: tú eres liberal.
Acerté de pleno y sin razón lógica que lo explique. ¿Por qué? Porque ella tenía los ojos claros como en Alemania. ¡Jajajaja! En fin, no me preguntéis cómo funcionan estas cosas. Yo no lo sé.
Por supuesto el juego inició, avanzó y finalizó. Fue curioso que, además sin decir nada, el liberal me miró a los ojos y dijo:
-No sé porqué pero ella no es mala. Confío en Nelly.
-Es que no lo soy -respondí, el mentón apoyado en una mano.
Y me eligieron canciller unas cuantas veces.
Partida número dos. Soy liberal.
Algo raro pasa con estas cartas, pienso.
Mis reacciones condujeron a pensar que yo era mala cuando no lo era. Y así una muchedumbre enardecida me acusó de fascista sin saber mi identidad mientras yo pensaba: "¿Cómo no lo ven?", y aquí entró en escena mi amigo músico. Izquierdista convencido. En la vida real. Pero su manera de pensar estaba conduciendo al poder a los malos.
-¡NO! ¡NO! -gritaba yo-, ¡¿No lo ves?! ¿Cómo no lo ves?... Espera... ¡un momento, no es que no lo veas, es que estás removiendo tú! ¡Es Hitler! ¡Él es Hitler! ¡Está creando debate y conflicto en los que jugamos!
Los otros dos liberales, desconcertados. Estábamos en la partida número dos.
-¡No lo veis! ¿Qué no lo veis? ¡Perdemos Alemania!
Ganamos porque el desacuerdo dio a los Liberales varias victorias consecutivas. Cuando acabó la partida le dije: ¡pero mira qué has creado discusiones! y él, poniéndose el dedo de bigote dijo: es que de eso se trata. De dividir.
Tercera partida. Mi intuición me hace saber antes de que repartan las cartas... que me va a tocar ser Hitler.
Tal cual.
De verdad, que alguien me explique por qué..., ¡jajajaj!
¿Y ahora qué hago yo? Con esta carta no sé apañarme. Uno de mis amigos me prueba. Me pasa una carta azul y una roja. Una ley fascista y otra no. Le pregunto a mi intuición qué debería hacer, pero se ha retirado del caso. Miro a mi amigo. Y con esa carita de inocente que se me ha otorgado por el destino, voy y saco la ley fascista adelante. Mi amigo se vuelve loco.
-¡NO ME LO PUEDO CREER, SERÁS...!
Inocencia.
-¿Yo? Yo... lo que me has pasado -respondo.
Cuanto mayor es mi gesto inocente más divertido y exaltado está mi amigo.
-¡PERO SERÁAAA....! ¡Pero cómo puede! ¡Es la mala! ¡ES MALA! ¡DETENÉDLA, ES MALA!
-O le has pasado dos leyes rojas -se apresura a añadir mi compinche. En este caso, la otra jugadora.
Sin embargo, aquel que decía sólo confiar en mí en la partida uno (el que recibió mi pista mental) me caló como si fuera transparente.
-Ella es mala ahora... No me fío. ¡No me fío nada!
Y haces bien.
Se ve que el "canal mental" telépata estaba abierto en ambas direcciones. "¿Para qué negarlo?" pensé.
En efecto. Las dos chicas éramos las villanas. Pero no sacamos adelante a los poderes totalitarios. Es normal, yo no estaba a gusto con la carta.
Lo más gracioso de todo fue cuando, en esta tercera partida, el músico dijo algo con gesto de pocos amigos y tono alto, lo que llevó a mi otro mejor amigo a levantarse y gritar: "¡Va todo bien, camar-radas, todo está bien!" con el dedo de bigote y haciéndose pasar por un ruso que en realidad no fuera nada socialista, lo que luego le causó un ataque de risa tal que ya no hubo forma de recuperarlo. Al verlo reír tanto, no pude evitar reírme yo (la alegría es contagiosa), lo que hizo gruñir más al músico, lo que hizo que el liberal desconfiara de él y sumiera la mesa en un auténtico caos. Allí no había forma de saber quién era de cada bando. Sólo se oía reír al que estaba convencido de que yo era fascista y el músico el nuevo Hitler.
Al salir de casa de mis amigos, bien entrada la madrugada, pensé: "A lo mejor lo que necesitas es esto, un chico que sepa jugar al Secret Hitler. Y no sabrá palabras extrañas, ni será actor, ni podrás hablar con él de otras cosas pero igual lo que necesitas es esto". Catalogando a los hombres del planeta entre aquellos que saben jugar al Secret Hitler y los que no pero son interesantes y están fuera de tu alcance y con los que no debes estar. Con esta estupenda clasificación acudí esta mañana a una cita con mi queridísimo actor.
Y estaba convencida de que lo perderé y de que no pasa nada. Porque él, claro, no sabe de juegos de mesa. Y en mi diccionario el chico que me está predestinado sí sabe.
Me preguntó a qué habíamos jugado la noche anterior y le dije los juegos sin darle importancia ni decir bien los títulos porque, ¿qué puede importar? Él es de otro Universo. Uno más guay que el mío, lleno de libros. Y de gente famosa y estupenda que hace cosas guays y estupendas, pero no importa -me dije-, porque yo lo que necesito es un chico que sepa jugar al Secret Hitler. Y él ni siquiera sabría que es eso. O pensaría que es para frikis, o que es un rollo, así que daba igual. Él es una estrella y yo estoy predestinada a jugar al parchís. Todo estaba en orden en el Universo y ya había roto de nuevo la relación con él en mi cabeza porque, claro, él no juega a juegos de mesa, cuando le oí decir a mi espalda:
-¡Ah, el Secret Hitler! -risas- ¡Lo tengo, qué bueno es!
Y me giré y estaba sonriendo con esos ojos que hablan de mil historias.
Luego me regaló El diccionario del diablo de Ambroise Bierce.
Y me besó.
Y así, señoras y señores, es como una vez más mis maravillosas e incorrectas etiquetas son echadas por Tierra y barridas por el viento.
Conclusión: no juguéis a ese juego, es demasiado divertido.
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