Anoche tardé mucho en dormir. Me quedé leyendo artículos sobre el espacio. Uno que dice que en octubre un asteroide muy grande pasará cerca de nosotros, otro que dice que un agujero negro es una estrella que colapsa pero tiene tanta masa que atrapa hasta la luz que pasa a su lado, y uno que se pregunta cómo puede haber tanta gente ahora pensando que la Tierra es plana. Y que la Nasa conspira para que no veamos "el borde". 

Y al despertar por la mañana, tras un desayuno muy ligero y una ducha, me senté frente a este pequeño Neetbook, que tiene casi cuatro años, ni siquiera tiene puerto para red, pero es con el que escribo novelas.

Muy animada, he pensado: "bueno, hoy las correcciones y el epílogo". Que es lo que tengo que hacer ahora. 

"La clave en esto es ir página a página".

Cuando tengáis una tarea que parece difícil, dividirla en pequeños pasos.

Pero por más que busco no encuentro la palabra "París" mal escrita en la novela. Lo apunto en una hoja. Y me pregunto, de paso, ¿¿¿por qué sale París en tantos libros míos??? 

Sigo leyendo.

"Bien pensado,...la meditación es como una jaula de Faraday" jajaja!

Mientras corrijo me río, acordándome del que me enseña cosas cuya presencia me parece que esta a salvo de cualquier eventualidad externa. 

Página 86... no sé en qué estaba pensando. Cambio a la opción del editor.

Página 89... Eehhh... vamos a ver, ¿tenemos manuscritos diferentes?

Página 97... pues parece que no. Jo, qué susto. 

Y por último, tengo que modificar el final. De esto no hay problema, de hecho... me encanta el nuevo giro. No es el final-final, sino lo que va después del final. Propuesta y escribí uno. Contrapropuesta manda el editor.

De esto que la miras y te quedas pensando: "¿Puedes?" y esa otra parte creativa se pone como un motor a dar vueltas: pues claro...

Vale, vale, pues nada... ahí tienes la hoja en blanco. A explayarse...

¡JAJAJA! Como unas marcas estoy...