Cuento de Arya Sennel y más, para este martes de sol radiante...
Esto no es el cuento, esta breve introducción es mi enfado:
Ayer tuve que volver a casa andando cuatro manzanas del enfado que tenía. Porque, claro, me había pasado la última hora de la tarde enojada con un... creído, presuntuoso, odioso, equivocado, maleducado, poco creativo y... malvado... conocido, -que no amigo- que no me enseña nada (porque no puede) y al cual odio yo muchísimo...
Pero como no merece la pena... ¿qué le vamos a hacer si está tan equivocado? ¡Nada! Además, ¿tiene él un blog? ¿es acaso escritor? ¡no!
Pero tiene caballos... (jajajajaj)
¡Bueno, basta! ¡Se acabó! Por mí, como si hoy se parece a Brad Pitt y es el hombre más raro y luminoso del mundo. ¿Sabéis qué? Me-da-Igual. Y como me da igual, pues me da lo mismo. Y como me da lo mismo, pues voy publicar el estupendo cuento de Arya, para que lo leáis y lo disfrutéis. Luego, voy a escribir otra escena del manuscrito, me voy a tomar un té con miel (cosa que tampoco te ha enseñado él...) ¡¡Vale, pues sin miel!! Porque odio la miel... Y, esto es lo más importante, iré al trabajo hecha un remanso de paz y felicidad. Porque es un cardo borriquero. Y no la parte bonita del cardo, esa flor así salvaje y morada, no, es la parte que pincha. Sólo la que pincha.
Que tengáis un martes en el que nadie os toque las narices. ^_^
Nell.
"La otra parte del Alma" - Cuento de Arya Sennel
Algunos dicen que cada acto del
ser humano está regido por el destino; otros, que por la sociedad y sus normas.
Los demás, prefieren vivir sin esas preocupaciones.
En cambio, en la casa de Nathan,
confían más en el alma. Su familia es diferente, única. Para ellos, lo que le
ocurra a una persona está ligado a su carácter, a la forma con la que se
enfrentan al mundo día a día.
La historia de los Douillet y su
extraña creencia, se debe a la capacidad de poder ver que guarda cada persona
en su interior. Cada intención, cada experiencia vivida, cada sueño o cada
temor, colorea con un tono especial el aura blanca con la que nacemos y sólo
unos cuantos saben apreciar eso.
El color del aura no indica
simplemente la historia de cada persona, sino también la inclinación que tendrá
a la hora de tomar decisiones. Por ejemplo, un niño pequeño, sin apenas
experiencias, es pura inocencia; no pensará mal de nadie, tampoco bien, sólo
reaccionará de forma natural ante los actos de los demás. En cambio, alguien
que está rodeado del verde esperanza, ha sido tratado bien, e intentará por
todos los medios que a su alrededor todo funcione perfectamente. Una persona
con el aura gris, ha vivido bastantes decepciones y seguramente será incapaz de
aceptar gestos positivos de los demás.
Pero aunque exista esa
inclinación, siempre se puede actuar de otra forma y en eso influye cada una de
las personas que entran en nuestras vidas.
Volvamos al principio de esta
historia: Nathan. Como Douillet que es, distingue cada característica de esa aura,
pero para él, el contacto físico con otra persona supone el transporte hasta donde
ésta guarda sus más oscuros secretos. Para él es algo incómodo. Odia invadir la
intimidad de la gente, sobre todo después lo que pasó con Layla.
Fue la primera vez que descubrió
lo que podía hacer. Todo ocurrió cuando la conoció, con solo ocho años. Estaba
en el Parc Monceau, jugando con su hermana Monique, y se encontró con ella.
Layla lloraba escondida en el tronco de un árbol. Al verla, distinguió el color
de la pena y la soledad en su aura, por lo que se acercó y se sentó a su lado,
en silencio. Le agarró de la mano, queriendo demostrarle que no estaba sola. Al
instante, ella se limitó a sollozar.
Nathan sintió el cambio en la
niña, pero también una especie de calambre. Momentos después, su mente se llenó
de imágenes ajenas, vistas a través de los ojos de Layla. Cuando se dio cuenta
intentó soltarle la mano, pero su cuerpo no respondía. Se vio obligado a mirar
y sentir su sufrimiento después del accidente de coche en el que quedó
huérfana. Cuando la escuchó gritar, logró volver en sí, mientras ella le miraba
asustada, pero con un brillo de paz en su mirada. Después, descubrió que había
logrado que el dolor de sus recuerdos pasase a él. Consiguió controlar su don
pero sabiendo que lo tenía, ¿qué hacía? ¿Ayudaba a los demás, sufriendo las
consecuencias, o se lo guardaba para sí? ¿Debía soportar el dolor de los demás?
FIN.
Gracias, Arya, por este cuento tan bonito.
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