El suricato...

Paseando por la calle me encontré con un curioso mamífero africano. Al principio pensé que debía tratarse de un error, pero cuando se acercó al escaparate y se puso en pie sobre sus dos patas traseras no me cupo duda alguna:

-¡¡ Pero si eres un suricato!!

El me miró. Se puso en pie y enseñó dos dientes largos y afilados.

- ¿Qué estas haciendo aquí? -le pregunté sin usar palabras pues los animales usan un lenguaje diferente.

Por toda respues el suricato dio una vuelta, rodeo todo su pequeño habitat y regresó a mi lado. Luego se puso en pie junto al escaparate de la tienda y miró a lo lejos, como quien busca algo al otro lado de la calle. Le saqué una foto, vosotros que creéis: ¿en qué pensaba el suricato, tan ensimismado, perdido en la ciudad?:


Saludos!!
Nell.

Refugios seguros.


¡Los libros! Qué maravillosos son: te cuentan historias, narran aventuras, hacen compañía y no hay riesgo alguno con ellos. ¿No es genial? Hoy he empezado uno de Atticus Finch. Lo compré porque unos amigos literatos me enseñaron una cafetería llamada así, con un membrete con un pájaro. En ese café librería llegó hasta mis manos ese libro tan especial de meditaciones para niños, el que siempre os recomiendo. La dueña y mis amigos me dijeron que el nombre era de un personaje... y al final, tras topar dos veces con el libro, lo compré. Me dicen que la película es buena, se llama "Matar a un ruiseñor".

Así que tengo un plan nuevo, dado que llevo una semana de pena, muy triste y metiendo mucho la pata. Leer. Ese es mi fantástico plan. Al leer no molestas a nadie y la mente descansa.

Un abrazo,
Nell.




El paratiempo mágico

Este cuento tiene banda sonora: CLIC.


Nelly llevaba tres días intentando publicar una entrevista pero era tal la tormenta desatada sobre la ciudad de los cuentos que no había forma de llevar a cabo aquella simple tarea. Al anochecer de la tercera jornada, cuando el único rayo de sol oblicuo que había logrado atravesar las nubes se ocultaba tras la Torre de la Arpía, la alcaldesa decidió llama al mensajero.
- ¿Qué es esto? -preguntó señalando el suelo de su despacho.
El niño mensajero se agachó y tocó el charco que no dejaba de expandirse, luego se llevó la mano a los labios y probó el líquido. Estaba salado.
- Lágrimas -dijo.
- ¿Lágrimas?
- Eso parece.
- ¿Y qué puñetas hacen aquí? -quiso saber la alcaldesa.
El niño mensajero se encogió de hombros. 
- Alguien estará llorando.
- Me estorban -repuso Nelly-, vete ahora mismo a averiguar a qué viene este mal tiempo y así podré ponerle solución.
El niño mensajero abandonó el ayuntamiento en medio sonoros chapoteos producidos por sus pasos. Se perdió en una bocacalle y tardó una hora en regresar a la plaza. Para entonces, la lluvia había anegado ya tres cuartas partes de la ciudad de los cuentos, ganando cerca de un metro de altura y tragándose inexorablemente a los habitantes más bajos, que habían colocado alrededor de sus ojos unas gafas y un tubo de buzo para no morir ahogados y poder seguir con su quehaceres. No se veían los bancos, ni los buzones, tampoco los arbustos más pequeños y el despacho de la casa consistorial estaba inundado. Los truenos seguían resonando en el cielo y la tormenta no amainaba.
- ¿Y bien? -la alcaldesa esperaba impaciente, sujetando unas hojas que pugnaban por salir flotando de su mesa.
- Bueno -repuso el niño rascándose la cabeza-, la verdad es que hay mucha quejas... no sé, es difícil averiguar quién está provocando la tormenta.
- ¿Cómo que hay muchas quejas? -se alarmó la alcaldesa-, ¡pero si todo va perfecto!
El niño mensajero no quería contrariarla, pero la verdad es que en su viaje a través de las calles había recogido no pocos mensajes de alarma y más de una petición de ayuda a la alcaldía. Para poder guiar a Nelly a través de aquel laberinto de canales que era ahora la ciudad, tiraba de una cuerda atada a una barca, a la cual le invitó a subir.
Primero, visitaron el almacén de telas. Allí un viejo avaro lloraba y lloraba junto a un montón de rollos de distinto género y exquisito tacto. Había telas preciosas: terciopelo, seda, satén, lana tejida, algodón, etc. Todos los rollos estaban a su lado, pero le quedaban muy pocos metros.
- ¡Siempre dando a los otros! -se quejó el anciano de manos huesudas y expresión dolorida-, ¡si no repones, me quedo sin tienda!
Nelly miró al viejo avaro con cara de incredulidad.
- Oye, tienes telas de sobra -le dijo-, ¿acaso no hay un canal con el que se comercia con el resto de ciudades del mundo? Si quieres telas, pues las pides.
- ¡No! -se cerró en banda el viejo-, ¡ya me he hartado de pedir!
- ¿Y entonces qué quieres? -repuso Nelly.
El viejo cruzó los brazos sobre el pecho, alzó el mentón con gesto orgulloso y dolido y apretó los labios hasta que formaron una fina línea.
- ¡No hay más telas! ¡Se acabó el comercio! -dijo-, el canal está obstruido.
- Si necesitas ayuda...
- No necesito nada, gracias  -repuso el viejo.
La alcaldesa suspiró. Fuera, los rayos golpeaban los tejados como si fueran latigazos.
- De acuerdo -cedió al fin Nelly-, el canal está obstruido, ¿si reparo el canal se acaba la tormenta? 
Miró al mensajero que se encogió de hombros. Precisamente su segundo trayecto les iba a conducir hasta allí, pues una enorme bola de hojarasca y ramas viejas había obstruido el cauce del río al que se refería el viejo avaro.
- Así que este es el problema -observó Nelly.
El agua había desbordado la acequia, anegando las calles.
- Si no lo es todo -respondió el mensajero-, parece parte importante de él.
Las hojas y ramas retorcidas se habían encajado en el cauce del otrora manso río, provocando una crecida incontenible. Un arquitecto observaba el desastre desde lo alto del pequeño dique que regulaba las aguas.
- ¿Tiene solución? -gritó Nelly al desconocido.
- ¡Muy mala! -respondió el arquitecto, bajo la lluvia-, el desvío está formado por una maraña de palabras enredadas, y de cosas que nunca se han dicho.
Nelly hundió los hombros y continuó estudiando aquel embrollo sin saber qué hacer
- ¿Y si desvío el canal? -le preguntó al desconocido.
- ¿Quieres hacer otro recorrido? Tendrías que hundir parte del pueblo....
Aquello era una ardua tarea.
Los variados guijarros que rodeaban el atasco de hojarasca se habían vuelto fastidiosos, porque afianzaban la presa indeseada que sin duda había arrastrado la corriente desde... ¡la montaña!
Nelly observó la elevación del terreno que se alzaba por detrás de las últimas casas de su ciudad.
- Creo que ya sé cómo solucionarlo.
Pero ir río arriba no era sencillo. La corriente viajaba justo en dirección contraria. Tras cinco días de marcha penosa a través de tierras empantanadas, sorteando peligros y evitando las pozos traicioneros que se habían formado a causa de la subida de la corriente, Nelly y el mensajero llegaron a la montaña. Allí estaban los manantiales en los que nacían los ríos. Y allí, en teoría, estaba la solución a sus problemas.
Un hombre sentado como un indio les miró desde una piedra junto a una pequeña cascada.
- ¡Hola! -dijo Nelly.
- ¡Hola! -saludó el desconocido.
- Venimos de la ciudad -señaló la alcaldesa-, que está inundada. A ver si puedes ayudarnos. 
El hombre vestía un pantalón de color blanco un tanto desgastado, y llevaba un atuendo en el torso aún más extraño si cabe. Una banda de color blanco cruzada al pecho, sin nada más sobre la piel tostada. Su melena larga al viento no había conocido el tacto de un peine en años, y la barba nívea le llegaba casi al pecho.
- Llueve mucho, ¿eh? -dijo el hombre.
- Bastante -respondió la alcaldesa-, y tengo muchas cosas que hacer, así que a ver si puedes ayudarme a cerrar el caudal del río.
Una risa sacudió el cuerpo delgado del ermitaño de la montaña.
- ¿Quieres cerrar un manantial? 
- Pues sí, esa es la idea -le dijo Nelly enfurecida, llevaban muchos días de viaje y estaba perdiendo la paciencia.
- No puedes cerrar el cauce de un río, buscará otro lugar por el que discurrir. Nada puede parar el agua -le informó el ermitaño.
- ¡Pues al menos que deje de llover! -protestó la alcaldesa-, ¡está todo empantanado!
- En vez de dejar libre el cauce prefieres una solución rápida, ¡esta bien! ¡tengo lo que necesitas!
Se dio la vuelta y rebuscó entre los matorrales hasta dar con un objeto de color rojo.
- Esto es un "paratiempo" -dijo el ermitaño.
- ¿Un qué?
- Un paratiempo.
- Dirás que es un paraguas.
- ¡No! -exclamó el desconocido-, es un "paratiempo"; los paraguas son solo paran la lluvia, este sirve para todo tipo de climatología.
- ¡Ah! -contestó Nelly, intercambiando una mirada significativa con el mensajero y añadiendo en un susurro casi inaudible:- este hombre está loco...
El carraspeo de su interlocutor interrumpió la expresión de sus temores.
- El paratiempo sirve para protegerse cuando las condiciones climatológicas son adversas -le explicó-, funciona en todas las épocas del año: si hace demasiado calor, bajo su sombra notarás una suave brisa. Si por el contrario llueve a cántaros, refúgiate dentro de él y el tiempo estará en calma.
- ¡¿Y la ciudad?! -exclamó el niño alarmado- ¡que nos ahogamos!
-  De eso ya hablaremos luego -contestó el ermitaño.
Nelly estudió con ojos tristes la solución del hombre de la montaña y pensó que era buena, a fin de cuentas, ¿quién desprecia un paratiempo mágico? Lo cogió en sus manos y lo abrió; de inmediato bajo su sombra notó una mejoría de tiempo. Incluso se diría que lucía el sol bajo la tela mágica.
- Y si las cosas van muy deprisa -dijo el ermitaño-, también "para el tiempo", como su propio nombre indica.
Perduraron las objeciones del niño mensajero, quien insistió en que Nelly no vivía sola, y de poco servía a los habitantes de la ciudad de los cuentos que la alcaldía estuviese seca si el resto de la urbe se inundaba. "Ya verás que cuando ella se sienta mejor" repuso el ermitaño, "deja de llover así".
Y efectivamente, a los pocos días de usar el paratiempo, los cielos clarearon y el sol se coló a través de jirones de nubes grises, cada vez más amplios.Incluso el viejo del almacen de telas se mostró de mejor humor y, cuando la corriente arrastró el atasco de palabras y pensamientos más allá de la urbe, volvió a recibir un gran cargamento de telas, que repartió -como siempre-, entre los habitantes de la ciudad de los cuentos.

un autético "paratiempo" mágico... para que os ayude cuando os haga falta
fuente clic.


FIN.

Descubriendo a Hermann Hesse


Este es el aspecto del cielo de Madrid hoy, sábado 25 de enero. Ha hecho un día realmente precioso, con temperaturas primaverales. Frente al palacio real que veis en la imagen se estaba celebrando una sesión de fotos, aunque a los transeúntes no nos quedó claro si era una modelo o solo una novia con pretensiones, je, je,je. Espero de verdad que fuera para un anuncio de perfume... :)

Mis pasos me llevaron hasta allí porque me habían recomendado un libro de Hermann Hesse, Siddhartha, autor del que había oído hablar pero que no había leído hasta ahora; al encontrarlo me picó la curiosidad por otro situado a su lado en la estantería, así que al final compré los dos:


Y pensé: "me los leo en un pispás" Pero empecé con el de los cuentos y la verdad es que no se puede terminar uno y empezar otro sin dejar pasar al menos diez minutos porque te hacen sentir cosas muy especiales. 
Me gustan todos los cuentos que he leído hasta ahora: uno de un artista que pinta una menudencia, ja ja ja pero lo hace con tanto sentimiento que otro quiere seguir sus pasos y no puede. Uno de un joven al que le dicen que debe cantar solo canciones alegres y se encuentra consigo mismo en un viaje sin retorno a través de un río caudaloso. Y otro realmente bonito, de un niño mensajero...

Me he quedado totalmente asombrada, no esperaba ni el lenguaje sencillo y fluído, ni la profundidad, ni la espiritualidad de este autor, que dice cosas sin decirlas. Y me chifla esta frase:

"...sentía algo muy particular frente a este extranjero, pues en muchos aspectos se revelaba como un espíritu sutil, maduro e incalculable, y en otros, sin embargo, parecía como un niño pequeño al que hay que tratar con cuidado y sin tomarlo demasiado en serio".

Me encanta. Un niño mensajero. Ya veis, como el de Cuentos de Nelly. 
Así que en vez de leer todas las historias de un tirón, tengo que dejar pasar un rato entre una y otra, porque son estupendas y realmente te dejan como ... no sé qué palabra busco, es como un regusto al final, como cuando ves un cuadro y te tienes que alejar un par de metros para saber qué es exactamente lo que te provoca esa sensación.  

Luego empezaré el de Siddhartha. 

Por cierto, internautas, mañana si me da tiempo publicaré una entrevista en el blog de un lector ocasional, al que invité a participar a raíz de una conversación un poco disparatada. Él nos va a dar su visión del mundo, (un tanto pesimista en mi opinión), pero bueno, los enfoques diferentes son los que enriquecen los contenidos. Y él es un gran lector ( aunque tiene pendiente saber qué es La Princesa Prometida... ) .

Un abrazo,
Nelly. 

El banquero, el depósito y el guardián.

El sol arrancaba reflejos multicolor a una campanilla de cristal situada tras un escaparate. Una vez más, Nelly se tomó su tiempo antes de continuar andando por la calle de los artesanos. Entre dos talleres de orfebrería se alzaba un edificio nuevo: un banco. Todas las ciudades importantes tenían uno, así que no era de extrañar que ésta, la ciudad de los cuentos, tuviera sucursal propia. 
¡Y qué edificio! Una construcción de planta rectangular imponente, con fachadas acristaladas y un gran letrero sobre su azotea, con letras doradas muy llamativas. Había aparecido de un día para otro, como por arte de magia.
La alcaldesa se adentró en el recibidor, cruzó la puerta giratoria y se dirigió al mostrador más cercano.
- ¡Buenos días! -dijo.
La atmósfera de la entidad era limpia y dinámica, y todo estaba muy ordenado. Dos mesas con clientes haciendo cola y varios archivadores llamaban la atención del recién llegado a la oficina.
- ¡Hola Nelly! -le saludó el banquero.
Quedó gratamente sorprendida por el hecho de que conocieran su nombre, al parecer tenían un registro detallado de todos los habitantes de la ciudad, más exacto incluso que el censo de la casa consistorial.
- ¿Quieres abrir una cuenta? -le preguntó el hombre rubio de ojos grises, con una sonrisa solícita.
Nelly se encogió de hombros. En la ciudad de los cuentos, al menos hasta la fecha, no existía el dinero.
- Este es un banco especial -prosiguió el empleado tras el mostrador, empujando el puente de sus gafas redondas-, sólo tenemos depósitos.
- ¿Depósitos?
- Sí -replicó su interlocutor-, depósitos de confianza.
- ¿Depósitos de confianza? -repitió Nelly-, ¿se llaman así? Qué originales... 
- No, no me has entendido -repuso el banquero-, no se llaman así, es que son eso: depósitos de confianza. Los clientes vienen y nos dicen en quién o en qué depositan su confianza. Somos una sucursal mundial con centros repartidos en todos los países.
- ¡Ah! -exclamó Nelly, admirada.
Un banco de confianza.
- ¿Y cómo funcionan las cuentas o depósitos? -preguntó divertida.
- Es sencillo. Todo el mundo tienen un producto de este banco en alguna sucursal del mundo. Hay varios tipos de depósitos: de confianza relativa, de confianza discrecional, de confianza por interés...
La alcaldesa aguantó la risa. ¡Menudo banco más absurdo!
- Has dicho que todo el mundo tiene uno.
- Sí.
- ¿Yo tengo cuenta en el banco?
- Por supuesto.
- ¡Vaya!
El banquero dio media vuelta y se encaminó hacia un gran archivador que había al fondo de la sala. Era de madera, muy elegante, con tiradores bañados en algún metal que simulaba el oro. Nelly observó como el hombre abría uno de ellos y extraía de su interior unas carpetas rotuladas en una esquina, dos minutos después regresó junto a ella.
- Estos son tus depósitos -dijo-, como ves hay bastantes porque cuanto más amplio es el círculo de amistades de una persona más depósitos tiene.
La alcaldesa los contempló perpleja. Fue desconcertante descubrir que tenía media docena de depósitos abiertos, todos con el título "confianza relativa".
- ¿Qué significa esto?
- Significa que depositas tu confianza en alguien "para" algo en particular. Son los depósitos más habituales de los clientes.
- ¡Ah! -repitió Nelly.
Se quedó un rato en silencio y luego preguntó algo que sorprendió mucho al banquero:
- ¿Existen depósitos de confianza relativa.... existen también de "confianza total"?
- Sí.
- ¿Puedo tener uno?
Un carraspeo fue su respuesta, casi un reflejo involuntario de su interlocutor, seguido de un silencio sepulcral. El banquero se había quedado sin palabras. Sus cejas se arquearon en su frente, ahora perlada de sudor, mientras tragaba saliva con esfuerzo.
- Bueno, verás... esos depósito son... muy extraños. No suelen verse... de hecho... muy poca gente los tiene. 
- ¿Por qué?
- Porque son de alto riesgo -repuso.
- Me gustaría ver uno. ¿Qué condiciones tiene?
Tras dudar unos instantes, el empleado de la sucursal cumplió su deseo. Se acercó a la caja fuerte que había al otro lado de la sala, giró su complicado mecanismo de apertura, luego tecleó una clave secreta en un panel de la pared, después firmó en una hoja especial con tinta invisible y por último silbó una canción que permitía la desconexión temporal del sistema de alarma. Al cabo de un rato regresó con un pliego de pergamino.
- ¡Qué bonito! -dijo Nelly, con una sonrisa algo escéptica en la cara.
- Esto es un depósito de confianza total -explicó el banquero-, es muy antiguo porque lo mandan cuando damos de alta a un cliente nuevo y no suelen pedirlo nunca. De hecho, requiere tres firmas para poder ser concedido a un beneficiario. Hoy en día sólo lo solicitan los religiosos, y con reservas. A menudo rompen el contrato del depósito.
- ¡Caramba! ¿y cuáles son sus beneficios?
El banquero desenrolló el pergamino, extrajo de su interior un paquete envuelto en una tela de color marrón y luego sostuvo en alto lo que guardaba.
- Esto es una llave maestra -dijo a Nelly-, abre todas las cerraduras de la ciudad, no importa si son de cajas fuertes o de puertas blindadas. El beneficiario del depósito recibe la llave.
- ¡¿Todas las puertas?! -preguntó la alcaldesa.
- Incluso las que no sabes que están ahí -respondió el banquero.
Sólo de pensarlo, a Nelly se le hacía la boca agua. ¡Una llave maestra! Claro que... no es que se hubiera encontrado con muchas puertas cerradas pero, ¿quién sabe? igual había muchas. La ciudad era grande.
- Quiero un depósito de esos.
- ¡Ah, pero no es tan sencillo! -replicó el banquero-, los depósitos se abren con un beneficiario. ¿Ya has pensado en uno? Porque la llave no se te concede a ti.
Nelly asintió. Tenía uno en mente.
- Entonces sólo te falta conocer las condiciones del depósito y tener tres firmas. 
- ¿Cuáles son las condiciones? -preguntó la alcaldesa.
- El depósito concede la llave a su beneficiario, aquella persona en la que descansa la confianza plena, y otorga una serie de ventajas mutuas tanto para el abajo firmante como para la persona a la que autoriza. No obstante conlleva una gran desventaja.
- ¿Cuál?
- La clausula de rescisión.
- ¿Qué pasa con ella?
- Tiene una penalización muy alta. Los depósitos de confianza plena no se conceden a la ligera, y el primero de ellos es el más importante de todos, puesto que si se rompen las condiciones no se vuelve a otorgar otro en toda una vida.
- Caramba, pues sí que es algo serio.
- Mucho -respondió el empleado del banco -hubo una pausa, luego prosiguió-: además, el que apertura el depósito, tú en este caso, necesita contar con tres firmas específicas para poder hacerlo. A cada cliente se le piden unos determinados avalistas y el depósito conlleva en cada cuál unas ventajas diferentes.
Señaló la parte final del contrato, donde había espacio para las firmas, bajo tres leyendas muy específicas. 
- ¿El mensajero de la ciudad? -preguntó Nelly mirando lo que ponía sobre uno de los espacios en blanco-, ¿y quién es este otro? 
Había una X de color negro donde se supone que debía firmar alguien llamado "el guardián".
- Vive en las ruinas situadas al este de la plaza del ayuntamiento. Sin su firma no hay depósito.
Bueno, la firma del mensajero era fácil de conseguir, Nelly podía llamarlo cuando quisiera. La del otro avalista no tenía ni idea, puesto que no lo conocía de nada. 
- Iré a buscarlo -dijo.
Y sin más dio media vuelta, salió de la sucursal y caminó con paso decidido hasta la zona en la que vivía el misterioso guardián. Todos los edificios de aquel barrio eran de ladrillo visto y tenían un aspecto lúgubre y dramático; parecían muy viejos y en muchos casos se caían a pedazos sobre aceras llenas de agujeros. Nelly pensó que debía mandar un equipo de restauradores a aquel sitio, sin embargo, conservaba cierto encanto precisamente por su aspecto decadente. Al doblar una esquina tropezó de pronto con una figura aún más tenebrosa que los edificios abandonados; era delgada y alta, con una capucha oscura que tapaba todo de su rostro salvo la barbilla. Vestía una capa negra larga hasta los pies, parecía, en definitiva, una representación de la propia muerte, a la que tan solo le faltaba la guadaña.
Nelly gritó ante la pavorosa figura. Ella, a su vez, no dijo nada.
- ¿Eres el guardián?
Un asentimiento, mudo y conciso, sin palabras.
- Necesito tu firma en este documento -dijo Nelly.
Desenrolló el pliego de condiciones del pergamino y señaló el espacio para la rubrica del encapuchado. Pero él negó con la cabeza.
- ¿No quieres firmar?
Asintió de nuevo. Era espeluznante.
- Oye -repuso Nelly enfadada-, necesito tu firma para esto.
Una mano, que ella esperaba que fuese esquelética aunque no resultó ser así, se extendió en el aire y la asió por la muñeca. A su contacto sintió que un escalofrío le recorría la espalda. El guardián echó a andar entonces guiando a la alcaldesa hasta una casa abandonada con una puerta de madera de roble. Era antigua, sólida y parecía triste, tan misteriosa como inaccesible. Le señaló la puerta en un gesto significativo. Nelly comprendió enseguida. El depósito otorgaba una llave, y las llaves sirven precisamente para abrir puertas. Y aquella era un tanto tenebrosa.

Nelly se quedó pensando un buen rato. Tanto, que le dio tiempo a las estrellas a salir y adornar el cielo. Y todavía al amanecer seguía de pie frente a aquella casa, pensando, observándola sin decir palabra. La figura del guardián no movió ni un ápice, no dijo nada, no tosió ni estornudó, a ratos Nelly se preguntó si realmente respiraba.

- La ciudad tiene muchas puertas -dijo la alcaldesa, cuando los primeros rayos de sol incidieron en la casa. 

Por algún motivo extraño la fachada seguía tan oscura e inhóspita como siempre. De día o de noche, en aquella parte de la ciudad todo eran sombras. 

El guardián giró la cabeza hacia ella. No le vio los ojos pero por vez primera se expresó con palabras. 

- Otorgar confianza a quien no te la pide puede ser un error muy grave -dijo.

Nelly reflexionó en silencio. Se rascó la barbilla, enroscó un mechón de pelo en su dedo índice y se mordió el labio mientras pensaba.

- Si tuviera que pedirla no sería digno de ella -repuso.

Un sonido extraño que resultó ser una risa recorrió todo el vecindario en ruinas. Se extendió por las calles empedradas, sacudió los edificios y liberó una nube de polvo y telarañas. Era el guardián quien se reía, y si su aspecto resultaba inquietante aquel sonido lo era todavía más. 

- Sea como quieres, entonces -repuso firmando el documento con una pluma de cuervo que recogió del suelo, y cuyo extremo mojó en un charco de barro.

De regreso a la sucursal, la alcaldesa se encontró al mensajero de la ciudad.

- ¡He oído que tienes un depósito! -dijo alegremente el niño-, yo también quiero firmarlo.

Y así fue como Nelly, en secreto, concedió su confianza plena a un nuevo amigo. 

FIN. 

El Mago Trotamundos

Érase una vez un mago despistado, joven y algo alocado, con un sombrero de pico torcido sobre la cabeza. Tenía el pelo alborotado en la frente, la nariz aguileña, los ojos despiertos y brillantes, y una mochila repleta de artilugios y pociones. Llegó a la ciudad de los cuentos un mediodía de verano. Abrió su pequeño tenderete y colocó encima extraños objetos que llevaba consigo. Al poco rato empezaron a llegar curiosos, gente de todo tipo, seres reales e imaginarios, personajes de libro e internautas de todo el orbe.
-¡Remedios, soluciones! -gritaba- ¡Gabo, el mago, a su disposición! Precios asequibles...
El mensajero de Cuentos de Nelly llevó el aviso por toda la ciudad. La arpia Aelo se acercó a ver los remedios de Gabo, el mago fantástico, y pronto el tenderete se convirtió en la principal atracción del día.
A las tres de la tarde, Nelly pasó por el lugar. Vestía de colores claros, con un sombrero y falda estampada; en su rostro una expresión risueña y curiosa por igual, ya que el mensajero había hablado maravillas del puesto del recién llegado. Nelly saludó amablemente a los vecinos y luego se dirigió al mago:
- Remedios de todo tipo -le dijo él-: tónicos amorosos, pañuelos mágicos que curan las heridas, sacos sin fondo para guardar miedos, nueces mágicas que ocultan oro... ¿En que puedo ayudarte?
La alcaldesa miró todo lo expuesto sobre la mesa del tenderete, recubierta con un pañuelo con una luna dentro de un sol. Luego alzó los ojos para estudiar al recién llegado de hito en hito.
- ¿De dónde vienes? -le preguntó.
- Del desierto -contestó Gabo.
- ¿Y a dónde vas?
- De camino.
Nelly se rascó la nariz, y luego sopesó algunos artículos del tenderete ambulante.
- Ya sé qué quiero -le dijo al brujo-, me gustaría un remedio para que la gente que más me importa no se aleje nunca de mí.

Ahora fue el mago el que se rascó la nariz. 

(mago Schmendrick/El último unicornio: fuente de la imagen clic)

- Me pides algo complicado -dijo.
Nelly cogió un reloj de arena de oro que había sobre la mesa mientras el mago la estudiaba detenidamente.
- Si me cuentas algo más quizá pueda ayudarte...
- Bien, ya sabes -dijo Nelly, preguntándose si con aquel reloj podría viajar en el tiempo-, si alguien te importa, no perderlo nunca. Que esté a tu lado siempre. Que no haya inconvenientes, desventajas, desventuras, cambios o modificaciones que lo lleven a otro lugar.
- Entiendo.
El mago Gabo revisó en su mochila. Sonaron algunos objetos de cristal y otros que produjeron un ruido similar al de una campanilla al agitarse, después se oyó un rugido.
- ¿Qué ha sido eso?
- ¡Nada, nada! -exclamó Gabo cerrando la mochila-, una alarma.... Bien, me decías que quieres mantener a los que más amas cerca, ¿no es eso?, ¡tengo la solución!: el fabuloso frasco de conservar seres.
- ¿Un frasco?
- Tres o cuatro, o los que quieras -repuso Gabo-, ten, te dejo tres, de momento. Ya me dirás si son suficientes.
Nelly miró los frascos de cristal, a simple vista, eran como los que se usan para conservar pepinillos.
- Oye, Gabo, ¿no me estarás tomando el pelo, verdad?
- ¡En absoluto! -repuso el mago vagabundo-, pruébalos. Sólo tienes que abrirlos junto a los seres que amas y en un periquete, ¡pum! ¡al frasco!
- ¿Cuánto valen?
- Un cuento. 
- Ah.
Bueno, ese era un precio asequible.
- ¿Uno cualquiera?
- Uno de frascos -repuso el mago.
Nelly se encogió de hombros. Si eso era todo....
Recogió sus tres frascos con escepticismo y se marchó. Aquella misma tarde una de las mejores amigas de la alcaldesa fue a visitarla. Nelly no perdió tiempo y abrió el primer frasco....  ¡Zas! Tal como había dicho el mago trotamundos, ¡de inmediato la persona entró en el recipiente!
Por la noche el muso estaba cerca de un estanque y Nelly se acercó y ¡zas!, ¡al otro frasco! y lo mismo hizo con otro amigo al que se cruzó en un puente. 
Muy contenta, colocó sus frascos en la mejor estantería del edificio más bonito de la ciudad (un museo), con vistas a la plaza principal, al río de los cuentos y al laberinto de las ideas. Luego se fue a dormir.
Al día siguiente, bien temprano, cuando llegó al Ayuntamiento, se encontró con el mensajero. 
- Buenos días -le dijo.
- Hola -saludó el niño.
- ¿Qué ocurre? -preguntó Nelly.
- Me envían con un mensaje del Museo. Al parecer algo no ha dejado dormir al guardia durante toda la noche.
- Pasa a mi despacho -le invitó ella.
El mensajero colocó una caja de cartón delante de la alcaldesa. Contenía los tres frascos de cristal, que eran los mismos que el día anterior Nelly había llevado al museo, sólo que sus seres queridos tenían un aspecto algo distinto.
Su mejor amiga, la florista, estaba pálida, casi de color azul. Su otro amigo tenía el ceño y los labios fruncidos, y el muso... bueno, el muso se reía, pero como estaba dentro del frasco, Nelly no lo podía oír.
- Ya te dije que era mala idea encerrarlo -comentó el niño.
Nelly miró al techo y suspiró. Todo siempre eran problemas.
- Busca al mago trotamundos a ver si sigue en la ciudad...
Esperó y esperó hasta que el sol del mediodía hizo desparecer la sombra de los árboles. Entonces regresó el mensajero.
- Está a punto de irse, alcaldesa, le dije que te esperara en la puerta sur, la que da al Bosque del Páramo.
Nelly se puso en marcha, la ciudad tenía cuatro puertas, cada una daba a un punto cardinal. Al norte estaba el desierto de hielo, al este la playa, al oeste un mar interior y al sur bosques frondosos. Alcanzó a Gabo justo en el lugar en que había dicho el niño.
- ¡Mago, espera! -le llamó.
- ¿En qué puedo ayudarte? -contestó jovial el forastero-, ¿has traído mi cuento?
- Sí, eso luego -contestó Nelly-, necesito preguntarte algo.
- ¿De qué se trata?
- Los frascos funcionan, pero mis amigos tienen un aspecto algo abatido. 
- Ya veo -respondió Gabo observando el contenido de los recipientes-, ¡oye, este que tienes aquí...!
- ¡No lo digas! Lo sé, es un mundo aparte.
El mago rompió a reír.
- ¡¡¿Y quieres encerrarlo?!! ajajajajaja. ¿Quién querría encerrar algo tan libre?
- Dijiste que el frasco conserva a los seres que quieres -respondió Nelly, gruñona-, ¡pero no parecen felices!
- Comprendo.
Hubo una pausa, ninguno dijo nada. Una golondrina cruzó el firmamento y una mariposa aleteó a los pies de la alcaldesa, donde asomaban las flores silvestres entre la hierba. Al final fue Gabo el que rompió el silencio:
- Tu querías conservarlos cerca, no hablaste nada de su felicidad. ¿No te has parado a pensar que igual para ser felices han de seguir sus propios caminos y eso los puede alejar de ti? ¿Qué harías si tuvieras que elegir entre esas dos opciones?
Nelly apoyó el peso de su cuerpo en una pierna y luego lo cambió a la otra, mientras pensaba con los ojos mirando al cielo y los brazos cruzados sobre el pecho.
- ¿Si tuviera que elegir entre que se quedaran conmigo o que fueran felices? -repitió-, por supuesto, lo que quiero es que sean felices. Muy, muy, MUY FELICES.
El mago Gabo sonrió.
- Pues entonces -dijo-, no te harán falta los frascos.
Y tras tocar los recipientes con el dedo índice los tres desaparecieron. La florista, el mejor amigo y el muso se dispersaron en el aire y tras quitarse el sombrero para saludar a la alcaldesa, Gabo también desapareció. Sólo quedó de él esta prenda, que voló por encima de su cabeza mecida en el viento estival.
- Me debes un cuento -fue lo último que le dijo.
Nelly sonrió. 

Y con esto queda saldada la deuda de esta historia, que espero que os haya servido como a mí, a no echar tanto de menos a la gente, cuando la vida por cualquier motivo, nos separa un poco.
FIN.



La pluma mágica

Érase una vez la alcaldesa de Cuentos de Nelly, que terminaba unas tareas en el despacho de la casa consistorial mientras afuera, el sol teñía de rojo las calles ya que se hundía como un pomelo maduro tras la torre de la Arpía Aelo.
Asomaron las primeras estrellas por el oeste a la par que las farolas de la ciudad se iban encendiendo y Nelly seguía trabajando en su despacho, cuando de pronto, se produjo un apagón.
- ¿Qué ocurre? -se preguntó levantándose de la silla.
Se acercó a la ventana, la oscuridad más absoluta se había adueñado del paisaje. No una oscuridad cualquiera, no, ni siquiera una penumbra más o menos inquietante. Era la negrura más absoluta, la que nos invade antes de empezar a soñar, cuando tenemos los ojos cerrados y es imposible ver nada.
Un escalofrío recorrió la espalda de la alcaldesa.
De pronto, un ruido tras de sí puso alerta todos sus sentidos. Se giró como un rayo, muy atenta a cualquier sonido, y buscó en el cajón de su mesa de la alcaldía unas velas y una caja de cerillas. Quedo así el interior cálidamente iluminado, mientras fuera ni una sola gota de color se veía.
Las manos le temblaban pero aquella luz anaranjada le tranquilizó un poco. Respiró profundamente, satisfecha de lo acogedor del interior.
- Aloha -dijo una voz. 
- ¡Muso!
Como siempre aparecía de improviso: sin más, allí estaba. Nadie sabía por dónde había venido, ni qué camino elegiría cuando se marchara. Era, como bien había dicho el mensajero de la ciudad, un "muso", y como tal hacía lo que le venía en gana sin que nadie pudiera nunca predecirlo.
- ¡Muso, hay un apagón terrible! -le informó la alcaldesa, señalando su rostro reflejado en la ventana.
El Muso asintió. Saltó de la repisa y se situó junto a ella. Era una nube de luz translucida y algo brillante, que adoptaba a veces forma de animal y otras de silueta humana. 
- ¿Qué podemos hacer? -prosiguió Nelly-, las noches no son nunca tan oscuras.
El Muso se acercó al escritorio, ojeó los papeles, miró de soslayo las estanterías repletas de libros, luego se detuvo en las flores y en un par de cuadros, hasta posar de nuevo su mirada en la alcaldesa.
- Te he traído un regalo -le dijo.
- ¿¿Un regalo?? ¿Para mí?
- Eso es.
El Muso se acercó a la ventana, junto a la que estaba Nelly, y señaló el exterior. Ella al principio no vio nada, pero pronto descubrió en un banco, al otro lado de la plaza, un objeto que la luna, llena y plateada, iluminaba en ese instante. Todo a su alrededor era oscuridad impenetrable, exceptuando aquel banco de madera y el objeto que sobre él reposaba. 
- ¿Qué es eso? Parece.... parece....
- Es una pluma.
- ¿Una pluma? -preguntó Nelly-, ¿me has traído una pluma?
- No una cualquiera -respondió el Muso-, es una pluma mágica. Con ella alcanzarás grandes éxitos y siempre tendrás historias que contar al mundo.
Nelly miró la pluma con ojos golosos.
- Bueno, ¿y por qué no me la das?
- Porque.... se me cayó mientras venía hacia aquí -repuso el Muso.
- Pues ve a buscarla.
- No, ¡qué miedo! esta muy oscuro.
Nelly se quedó callada unos instantes. Cierto que afuera estaba oscuro. Y se escuchaban extraños ruidos, como quejidos y alaridos, escalofriantes gemidos y un viento que al ulular paralizaba la sangre en las venas.
- Ve a por ella -insistió Nelly.
- No, no -contestó el Muso-, tienes que ir tú porque la pluma es mágica, si la cojo yo, posiblemente me traiga a mí toda esa suerte de buena fortuna. El éxito debe ser tuyo.
Nelly estaba cada vez más impaciente.
- Tendrás que darte prisa -le apremió el Muso-, pues si la luna se marcha, entonces te quedarás sin ella. La pluma sólo aparece con la luna llena.
Armándose de valor y tras media hora de dar vueltas arriba abajo por el despacho de la casa consistorial, la alcaldesa abrió la puerta. Se detuvo en el umbral, frente a las escaleras, que sabía que estaban ahí pero no podía ver, tal era la oscuridad reinante.
- ¡Puñetas! -dijo malhumorada.
Dio un paso, luego otro, un tercero y miró hacia atrás, hacia la confortable luz naranja de las velas que iluminaban el despacho. Luego dio un paso más y bajó el primer escalón, el segundo, cuando llegó al tercero mentalmente iba increpando al Muso, como si estuviera enfadada con él por culpa del apagón de la ciudad.
Al llegar a la plaza se detuvo. Quizá posando sus ojos en la meta...., se dijo, llegaría más fácilmente. Vio la pluma y se acercó pero en medio de la plaza un viento helado le rozó la espalda y un susurro en sus oídos la hizo gritar. El pánico se adueñó de ella cuando algo parecido al tacto de las algas en un mar confuso le rozó las pantorrillas. ¡Perdió los nervios! dio media vuelta y regresó a trompicones al despacho.
- ¡Sabes, Muso, te odio! -gritó.
Pero no era cierto. Al contrario, estaba encantada de conocerle y de tener un muso en la ciudad (y no uno cualquiera), es sólo que estaba enfadada porque se asustaba mucho.
La luna elevó como si dibujara el perfil de un arco en el cielo y luego volvió a hundirse por el sur, justo cuando en el este se elevaba el sol sobre la línea del horizonte.
El Muso se fue mientras Nelly dormía. Al día siguiente la alcaldesa se había olvidado ya de la pluma. Siguió con sus quehaceres hasta la puesta de sol, y ni rastro quedaba del disgusto que tenía, ni razones encontró para el apagón que la noche anterior se había producido.
Pero de nuevo, mientras regresaba a casa por una avenida empedrada, justo antes de cruzar el puente sobre el río, la luz se fue.
- ¡Maldición! -rezongó la alcaldesa-, ¡otra vez!
Se quedó quieta, era la misma oscuridad que nos asalta cuando nos despertamos en medio de un sueño profundo, ésa en la que no sabemos dónde estamos, ni que día es, ni si quiera en qué posición esta nuestro cuerpo.
- ¡Esto empieza a resultar enervante! -gritó.
Justo entonces vio que, sobre la baranda de piedra del puente, la luna (otra vez llena), iluminaba un pequeño objeto plateado. Se acercó más para descubrir con sorpresa que era la pluma del Muso.
- ¿Pero cuántas lunas llenas tiene este mes? -preguntó en voz alta.
Intentó cogerla pero un bache del camino le hizo trastabillar y se detuvo. Tenía miedo a caerse.
- Aloha -dijo una voz a su espalda.
- ¡¡Muso!!
Cuanto se alegraba de verlo. Bueno, de sentirlo.
- Muso, no te veo, ¿estás cerca?
- Siempre.
- ¿Me ayudas a coger la pluma?
- Yo no puedo, Nelly -respondió el Muso-, tienes que hacerlo tú.
Nelly dio un paso titubeante y luego otro, cuando estaba a punto de atrapar la pluma tropezó con algo y cayó de rodillas al suelo.
-¡Esto es imposible!-gritó.
- Bueno, -respondió el Muso con voz tranquila-, pues no la cojas.
Nelly se puso en pie más decidida aún que antes, dio otro paso más, extendiendo la mano delante de sí en la oscuridad más absoluta. Ya casi alcanzaba el rayo de luna y la pluma que iluminaba nuestro satélite.
- Casi la tengo -dijo, rozándola con los dedos.
Pero entonces un trueno retumbó en el horizonte y el sonido asustó a criaturas de la noche que echaron a volar en su dirección. Atrapada en aquella nube de cosas que no podía ver, ni tocar, ni identificar, Nelly cayó al suelo y la luna se ocultó tras una nube.
La luz volvió a la ciudad. Estaba sola, en el puente. No había rastro de la pluma.
A la mañana siguiente la alcaldesa se había olvidado de todo. ¡No tenía tanta importancia! a fin de cuentas no necesitaba aquella pluma. Pasó la jornada entretenida en sus quehaceres y preocupada por los asuntos de la ciudad que debía dirimir y dirigir. De nuevo cayó la noche y las estrellas giraron en el firmamento. Nelly pasaba junto a una fuente cuyo caño se rompió de pronto, inundando una pequeña plaza.
- ¡Vaya! -exclamó.
Tendría que llamar al servicio de limpieza. Como hacía tanto frío, nada más tocar el suelo el agua se quedó congelada. Nelly resbaló y se cayó. Entonces, al tocar la piedra con sus guantes de lana azul, la oscuridad regresó, sin previo aviso, a la ciudad.
- ¡Muso, muso! -gritó Nelly.
Pero solo el viento le contestaba. 
Intentó ponerse en pie pero volvió a resbalar. No solo no veía nada, sino que además, no podía mantener el equilibrio.
- ¡¡¡Muuuuusooooo!!!
Ni rastro.
Descubrió entonces una luz que iluminaba la fuente. Era la última luna llena del mes: la tercera. Reconoció la pluma que había junto al caño roto. Seguramente al caer la pluma había roto el surtidor de agua, lo que era indicio de que no era una pluma cualquiera. 
Las nubes amenazaban ocultar la luna y Nelly no sabría si tendría más oportunidades. Estaba sola. Pensó, "si el hielo es divertido para patinar durante el día, también lo puede ser por la noche". A fin de cuentas la plaza de la fuente era la misma, solo que no podía verla. Pero si era la misma, entonces, aunque estuviera tan oscuro, no tenía nada que temer.
Con esta nueva idea en la cabeza se puso en pie y empezó a considerar la situación como algo menos atemorizante y un poco más divertido. Dejó que resbalara un pie sobre el hielo, luego el otro, y avanzó a tientas hasta el borde de la fuente. La pluma estaba dentro, bajo el chorro de agua, a los pies del soporte que sostenía el caño roto. Justo cuando iba a tomar impulso para subirse a la estructura ornamental, su pie resbaló y casi se da un golpe en la barbilla con el borde de la fuente. Pero por fortuna puso su mano enguantada.
- ¡Ufff! -exclamó. 
"Nadie dijo que sería fácil". Tomó impulso y se subió a la fuente, luego se acercó al caño y -estirando los dedos-, por fin alcanzó la pluma encantada.
- ¡La tengo, la tengo! -gritó.
Se puso en pie al hacerlo y tropezó consigo misma, cayó fuera de la fuente y se asustó mucho, aunque por fortuna aterrizó sobre algo blando.
- Aloha.
- jajajaj,. ¡¡¡¿Muso?!!! ¡Muso tengo la pluma! -gritó Nelly.
- Eso está muy bien.
- Ahora que tengo la pluma, quizá podría dibujar tus contornos un poco mejor -se le ocurrió a la alcaldesa-, te podría dar más apariencia sólida, quizá, si quieres....
Pero el Muso ya no estaba allí.
Sólo alcanzó a escuchar unas palabras, como traídas por el viento, a lomos del último rayo de luna de la última luna llena del mes. Y es que en Cuentos de Nelly la astronomía es algo caprichosa.
- A demain -decían aquellas palabras.
Y otra vez al alcaldesa, se quedó sola.

Saludos!
Nelly.

How to sleep better...

Esta semana pasada me ocurrió algo curioso. A medida que avanzaban los días iba durmiendo peor, hasta que, al día siguiente de una pesadilla -en mi opinión desproporcionada- en vez de dormir .... di vueltas y vueltas, gastando el tiempo...
 fuente: meinebilderl.blogspot.com 
Me intrigó el hecho de que todo iba bien (en teoría), porque ... todo iba bien. No le di demasiada importancia pero, por si acaso, me tomé un día libre.
¿Y a que no sabéis? En ese día libre presenté un certamen literario, fui a la compra, vi a amigos, fui a clase de lucha, luego a aerobic, visité a mi óptico, me eché una buena siesta y luego fui a patinar sobre hielo y aprendí muchas cosas. Me dio tiempo también a ver una película y cuando acabó la jornada estaba tan cansada que me quedé dormida en un suspiro.

^_^ Y al despertarme resulta que he dormido de maravilla y las pesadillas o sueños revoltosos se esfumaron.

¿Cuál es la moraleja de esta historia? Hay que irse a dormir en un estado mental de cansancio -si no os queda otra-, pero a ser posible de calma. Y esto no es fácil. Bueno, normalmente sí lo es, pero hay veces que por distintos motivos que no siempre identificamos, nos vamos a dormir tan "estresados" como cansados. Quizá inquietos por algo y es entonces cuando, por muy agotado que estés, tu mente sigue trabajando y como se mezcle inquietud con fantasía.... entonces..... 

Mi recomendación: prepararos para ir a dormir realizando alguna actividad que requiera poco esfuerzo pero sí concentración. Leer, escuchar música, seguir una historia.... algo que sea a la par relajante y capte vuestra atención. Las películas son una buena herramienta, si no estáis demasiado cansados, porque pueden variar vuestro estado de ánimo. Yo, cuando he tenido un mal día, disfruto de una buena pelí de miedo. Mis amigos no lo entienden, yo les dije:

- Tienes un día horripilante y entonces... ves una de esas películas en las que un monstruo persigue a los buenos que ¡gritan! y ¡corren y....

- Ah, ya -me dijo un amigo, con una sonrisa maliciosa-, ¿te consuela ver cómo otros sufren cuando tú estás mal?

Pues hombre, gente real, no. Me deprimiría más. Pero sentirte agobiada y ver una película de intriga de las de gritos y carreras, sí. Eso sí me gusta. Al final ganan los buenos y le dan una buena lección al malvado villano (o no lo atrapan). 

Eso solo cuando estoy agobiada. En general me gustan las películas de suspense y las comedias. Pero si no estoy de buen humor no me apetece ver una comedia. Y el suspense, siempre. Las películas que cuentan historias, que suelen ser viajes del protagonista: desde las aventuras de Tolkien, a Star Wars, pasando por todas las de ciencia ficción que se os ocurran (que sean decentes y creíbles). 

Y si tengo un mal día, entonces quiero ver Seven, o Scream... 

¿Y vosotros?
Saludos!
Nelly.

Presentación literaria y entrevista.

En el I.E.S La Hoya de Buñol, igual que el año pasado, presentaré el libro La casa mágica de la señora Asworth, a estudiantes de primero de la ESO (que son unas mentes maravillosas), el próximo día 30 de enero.

Aprovecho esta ocasión para comentaros que hace poco Ivan, administrador del Blog de Ivan Rumar, me hizo una entrevista:

http://www.elblogdeivanrumar.com/2013/12/escribir-entrevista-eva-perez-rodriguez.html




Para que me conozcáis un poco más!
Saludos!
Nelly.


Un sueño de la Tierra Media

He soñado con una ciudad llena de canales. Una ciudad al borde de la guerra y más bien tirando a medieval, aunque tenía detalles que no eran medievales, pero en general y sobre todo al comienzo del sueño, lo era. Parecía una ciudad de la Tierra Media.
La quería invadir un malvado ejército, con barcos, espadas, ballestas, dagas y arcos. Pero nuestra armada también se estaba preparando para repeler semejante ataque así que todos los canales estaban llenos de barcos de distintos tipos y tamaños, con sus velas triangulares, sus pequeños bauprés y todo lujo de detalles. Algunas velas eran a franjas como las de los barcos vikingos, algunos barcos solo tenían una y otros tenían varios mástiles.
Yo no estaba a bordo de ningún barco, estaba en la orilla de uno de los canales, y pensé que tendría que buscar refugio cuando de repente se oyó un griterío enorme. Miré hacia atrás y vi los barcos en el canal y no sabía de qué se asustaba la gente, pero entonces descubrí detrás de los barcos, detrás del canal, por encima de las casas, una ola gigantesca. Un tsunami de los que (espero) solo se pueden ver en películas de Hollywood. Era una ola tan grande que podía cubrir y destruir toda la ciudad. Era tan grande que al avanzar tapaba el sol. 
Eché a correr y notaba el agua, ya sabéis, la ola se tragaba la ciudad entera y aunque no había roto sobre ella todavía la gente huía despavorida y el agua comenzaba a caer del cielo y a salpicarnos. Los edificios de la ciudad cambiaron ligeramente según yo corría hacia su interior (se volvieron más modernos) y al final llegué a un cruce de canales, donde se ensanchaban los cauces y había más barcos. Allí estaba anclado el grueso de nuestro ejército. 
Esa ola se iba a cargar a todos. Supuse que era magia,... magia de los enemigos en este sueño.


fuente: internet, google, varias. Obra: La gran ola de Kanagawa

No sabía qué podía hacer porque tampoco sabía quién era en este sueño. Una de las características de las novelas de fantasía épica y los juegos de rol, es que cada raza, cada personaje, tiene unos dones y unas características muy marcadas. Me dijo una vez un amigo: "si eres mago, no puedes ser un buen guerrero con la espada, y al revés."
Pero yo no tenía ni idea de qué personaje era. Sólo sabía que la ola se iba a cargar la ciudad. La destruiría completamente, con todos sus habitantes dentro. 
Me refugié en un portal, cuando el cielo ya estaba oscuro y la ola sobre nuestra cabeza, y entonces pensé que no podía dejar que aquello ocurriera. Así que... hice magia.
No tenía ni idea de si iba a funcionar o no, pero... traté de mover aquella ola, traté de que no cayera y de que no hiciera daño a nadie.
¿Y sabéis qué?
Funcionó.
Me costó un poco... pero.... no cayó. Una parte se fue a estrellar al fondo de uno de los canales en cuyo cruce yo me hallaba. La otra parte... simplemente se mantuvo arriba, sobre los barcos, sin descender... otra... se convirtió en pompas de jabón. (Sí, caían pompas de jabón, lo cuál era menos peligroso). Notaba la ola y la dirigí lo más lejos posible de la gente, para que no hiciera daño a nadie.
Cuando vi que podía hacerlo, ¡¡¡me entusiasmé mucho!!!
Y entonces, en el sueño, apareció Aragorn (ya os dije que era un sueño de la Tierra Media) Me cogió del brazo y me llevó dentro de aquella casa en cuyo portal yo me había refugiado; abrió la puerta de una patada. Sentí que él era mucho más grande que yo, o que yo era muy joven, no lo sé, pero su figura imponía mucho. Y la espada y la ropa y las mellas en la empuñadura, a causa de mil batallas.
- Quédate aquí -me dijo.
Gandalf llegó detrás de él. 
- ¡¡Gandalf, Gandalf!! -grité-, ¡¡he parado la ola!!
De verdad, estaba loca de alegría.
- ¡¡¡He parado la ola!!! -le dije-, ¡los he salvado a todos!
Gandalf me miró y os aseguro que el personaje tenía todo lujo de detalles, incluida la misma expresión facial y toda la esencia del personaje de la película.
- ¡He parado la ola, Gandalf!
Sus labios se movieron ligeramente. Como el Gandalf de la película (también llevaba su bastón).
Entonces caí en la cuenta de algo, al fijarme en su cara.
- ¿No has sido tú, verdad? -le pregunté muy enfadada.
(bueno, quizá no tan enfadada...)
- ¿¿¿Has sido tú??? - (ahora sí, enfadada)
- Bueno, -contestó-, te he ayudado un poco.

¡¡Eso NO es justo!!

Ayuda, ayuda... no necesitaba ayuda. La leche. ¡¡Era MAGA!!

Aragorn estaba preparándose para volver a salir fuera, donde la batalla comenzaba. Gandalf también me pidió que me quedara allí.

- ¡No, yo quiero pelear!

Hay que ver... qué belicosa soy.

- No, es mejor que te quedes aquí.

- ¡De eso nada! -grité-, ¡Puedo pelear! ¡Yo quiero pelear!

- De acuerdo -dijo Gandalf-, ten, prueba con esto.

Me dio una espada (¿por qué tengo la sensación de que en este sueño yo era más pequeña o más joven que todos los demás...?) que yo levanté y al quitarle la funda... me di cuenta de que la hoja estaba rota, o torcida, o bien era una espada que más que espada parecía ... no sé, un adorno.

- ¡Esta espada no vale! ¡Dame una de verdad!

¿Acaso no tenían los hobbits armas decentes? (nadie ha dicho que yo fuera un hobbit, pero hasta los hobbits tenían armas mejores que aquella)

No me atreví a contrariar a Gandalf porque cualquiera se mete con él. jajajjaja, me cae fatal. Entonces acudí a Aragorn. Él me dijo:

- Escucha, si tu destino fuera pelear, tendrías una espada mejor -me contestó-, pero lo que tienes que hacer es quedarte aquí, es demasiado peligroso.

Si mi destino... dice.
Entonces tuve un presentimiento. Me di la vuelta, en aquella casa onírica. La pared del fondo estaba repleta de espadas: ERA UNA ARMERÍA. Espadas colgadas de la pared, espadas en exposición.
jajajajaja, salí corriendo a por una. Aragorn me cogió del brazo.

- No -me dijo.
- ¡¡¡Has dicho lo del destino!!! ¡¡¡Y esta casa está llena de armas!!! ¡Yo puedo pelear!

Me libré de su brazo y me acerqué al fondo de la casa. ¡Había tantas! Tenía que elegir una adecuada, por mi peso no podía ser demasiado grande. De nada me servía un arma enorme si no era capaz de ser ágil. Mientras la seleccionaba, Trancos y Gandalf abandonaron la casa (uno dijo algo de "tenemos que irnos" y el otro algo le contestó, que no recuerdo... ) Pensé que podría unirme a ellos luego, pero al poco de irse tres jóvenes con una ballesta irrumpieron en la armería.
No eran enemigos, aunque me dieron un buen susto. Querían lo mismo que yo, armas. Les dije que yo también y empezamos a pelearnos por unas y otras (pelear sin pelear, más bien, nos incordiábamos mutuamente), total que yo conseguí una muy buena pero cuando iba a salir para enfrentarme a los malos, le quité la funda y no era una espada, era un conjunto de cuchillo, tenedor y cuchara.

¿Pero que es esto? ¿sabotaje?

En estas... otros visitantes llegaron a la casa. Un caballo. De color negro, con el pelo brillante. Debía de ser de uno de los chicos. Lo acaricié y un gato o un perro aparecieron por allí también, correteaban entre mis pies. El caballo movió la cabeza y relinchó y le dije: "¿sabes? tengo una mascota a la que le encanta que le acaricien también". Noté entonces dos patitas apoyadas contra mi pierna y bajé la cabeza: "¿Puca?", pensé sorprendida, ¿¿qué haces tú aquí??.

Y me desperté.

Sí, claro, porque ya me diréis que hacía Puca en la Tierra Media.

http://www.cobayas.org

^_^ Vaya imaginación.
Nelly.


Aprendiendo...

Hace mucho que no os pongo las cosas que voy aprendiendo así que hoy vamos a poner las dos más importantes de los últimos meses (aviso es un post muy largo).


http://blog.pucp.edu.pe
En primer lugar descubrí algo que .... supongo que todos nos damos cuenta de ello pero que a mí me costaba bastante entender: la diversidad de opinión respecto a un tema, o el relativismo.
Vamos a explicarlo de esta manera. En teoría siempre hay "una verdad" y "unos supuestos erróneos", ¿de acuerdo? Siguiendo esa teoría, si, por ejemplo, un día sales de casa con un jersey verde de lo más moderno, y resulta que tu mejor amiga te dice: "tía, que jersey verde tan hortera!" Pues una de las dos se equivoca. Esto es un ejemplo pero a mí me causaba, a escala muy diferente, verdaderos problemas.
Por suerte, como trabajo con mucha gente y hablo todavía con mucha más, he logrado descubrir la clave.
Imaginaros que yo estoy casada con un sujeto al que llamaremos "B" y que yo soy insegura ergo vamos a dar por correcta la suposición de "los demás tiene razón y yo no", propia de la gente insegura. ¿De acuerdo? Bien, el sujeto B es amable, atento, encantador, solícito y familiar. Un día yo voy a su oficina y pregunto: "¿Chicos, qué tal con B?" y me responden: ¡¡es un ogro!! ¡¡Es un monstruo!! ¡¡Es borde!! 
Esto, cuanto menos, me va a chocar. Creará disonancia cognitiva y buscaré más información (cosa que hacemos mucho los inseguros, preguntar todo el día a los demás) Ahora suponed que yo voy al segundo trabajo de B y pregunto: "¿Qué tal con B?" y me responden: "Ah, pues es un encanto".
¿Cómo es posible?
Antes, yo pensaba que alguien sabía la verdad y que todos los demás estaban equivocados. Ahora me doy cuenta de que ninguna verdad es cierta, y que ninguna es errónea del todo. Me explico: si yo sigo a B durante todo el día puedo descubrir, con asombro, que a lo mejor en casa es un hombre familiar, amable, atento y solícito, luego la opinión de los que están en casa es cierta; sin embargo, al llegar al trabajo como odia su empleo se muestra borde, tenso y desagradable: luego la opinión de los que le conocen en el trabajo también es cierta. Por último, en su segundo empleo que tiene que ver con una ONG se muestra siempre encantador. Luego la tercera opinión sobre él resulta que es cierta. Todas son ciertas y ninguna, puesto que nadie tiene toda la información sobre B.

Alguien me dejó un cuento titulado "El verdadero valor del anillo", pero no lo comprendí bien aunque trata precisamente de esto. 


Lo comprendí al escucharlo una noche en casa porque la primera vez seguí pensando "pero hay un sabio que sí sabe lo que vale de verdad, luego hay que buscar a ese sabio".... En verdad somos nosotros mismos.

Es decir, nosotros sabemos lo mucho que nos esforzamos en algo y no se trata de ir ciegos por el mundo, se trata de que si alguien viene y te dice: "pues menuda mierda" o "qué fea estas" sepamos distinguir entre la crítica constructiva y la gente que, por motivos imposibles de conocer, nos está diciendo algo que no es cierto. Lo que quiero decir es que hay un montón de factores fuera de nuestro alcance. Por supuesto está bien tener dudas, pero si  nos situamos en el extremo contrario y damos valor solo a la opinión de los demás, ¡resulta que ni eso coincide!, tendríamos que cambiar de opinión cada tres minutos.

De hecho es curioso, yo que he estudiado publicidad y me doy cuenta ahora de que en la central de medios de TAPSA podíamos saber -gracias a unos programas muy potentes-, qué raza de perro predominaba en las casas de las señoras que estaban viendo el anuncio de lejía Estrella en Televisión Española a las diez de la noche, hace muchos años. Quiero decir: si alguien opina que algo "es bonito", no todo el mundo va a opinar igual, pero sí que coinciden ciertas características en la gente que opina eso. Imaginaros que yo salgo a la calle vestida muy, muy moderna. Si paseo por Fuencarral, me van a decir: "Eres total tía" porque llevo el pelo de ocho colores y rapado en la nuca, un zapato de tacón verde, otro fucsia, americana y mini-shorts. 
Para la gente moderna y urbana, sí, es cierto: voy guapísima.
Pero ahora me paseo por el barrio de Salamanca en los alrededores de una iglesia. Las señoras con abrigos de pieles que salgan de la iglesia me miraran como diciendo: "¿de qué discoteca o centro psiquiátrico se ha escapado esa?" Me dirán: "estas horrible". Y, curiosamente, también será cierto. 
Porque si solo doy valor a lo que me digan los demás, no puedo "valorar más a unos que otros". 

En verdad todas las "realidades" valen, pero solo debemos tener en cuenta la nuestra. 

Dado que es imposible saber si voy horrible o voy guapísima, lo único que puedo hacer es preguntarme a mí misma ¿cómo voy? A  lo mejor descubro que tengo una opinión distinta, y esa opinión -creedme-, está ahí. Lo que ocurre es que hay que ser valiente para encontrarla y más aún para valorarla.

Respecto a por qué rechazaba yo esta "suposición" de "todo vale" y "la botella no tiene un solo color" (siempre me empeñé, en la Universidad, en que sí lo tenía), lo cierto es que lo rechazaba porque el relativismo moral me daba pánico. Es decir: considero que hay ciertas normas morales universales, y pensaba que esa verdad de "hay algo correcto y algo que no", se extendía a el resto de juicios sobre el mundo. Ahora veo que una cosa es estar en desacuerdo con el relativismo moral (que es un tema filosófico que daría para otra entrada) y el hecho de que cada persona tiene su realidad y debe vivir con ella y en ella, no dando más valor a la de los otros.

El segundo gran descubrimiento....



Sabéis que hace unos meses llegó hasta mis manos un libro de budismo para niños. Como estoy estudiando esa filosofía... (¿forma de vida? ¿creencia?) me leía libros muy gordos y muy complicados, que rozaban en muchas partes la autoayuda y me resultaban difíciles no, lo siguiente. Difícil no es siempre que no lo entiendas, sino más bien que no te gusta lo que lees y dices: "hala, al montón con el libro de Darcy...."

¿Sabéis que la primera vez que leí la frase del personaje de Jane Austen "Te amo a pesar de mí mismo", jajaja, lancé el libro al otro extremo del salón? Ains, señor, qué personaje.... "Lizzy, eres inadecuada, pobre, etc. etc... pero te amo a pesar de mi mismo, ¿nos casamos?" Me encanta la respuesta de Lizzy: ya que soy tan horrible, así me olvidas más fácilmente...

Bueno, dejando la literatura. Encontré un libro por pura casualidad llamado "Hacer Buda". Un libro muy sencillo para niños, que arranca cuando el hijo del autor se acerca a su padre, que estaba meditando, y le dice: ¿Puedo hacer Buda contigo?

Bien. Curiosamente, las meditaciones de ese libro (ejercicios muy simples) son realmente profundas. De verdad. Tanto es así que al comentárselas a alguien que entiende del tema, se sorprendía. Pero están escritas en un lenguaje tan sencillo e infantil, que resultaba muy fácil seguirlas.

Tengo que decir, desde la perspectiva científica de haber comprobado todo, que la meditación, funciona. Yo no tenía ni idea de lo que es y no soy ni de lejos una experta, pero funciona. Mi segundo gran descubrimiento tiene que ver con eso.

Antes, yo pensaba que las emociones, los sentimientos, era un incordio. Me explico: tienes un examen, te pones de los nervios, ¿de qué sirve? De nada, así que yo optaba por ignorar las emociones. Es fácil. Les dices: ¡¡¡¡¡A callar!!!! Les das una patada (mentalmente) y fuera. No lo haces de modo consciente, pero se puede hacer. Consiste en ignorarlas.

Otras veces, me enfado con ellas. Eso nos pasa a todos. Pero resulta que por más que os enfadéis, no se van a ir. Es más, a menudo se toman su revancha. Así que la vida era una lucha constante. Reconocer las emociones puede ser algo verdaderamente complicado. Muy, muy complicado, porque se mezclan muchas cosas.

En esto que un día me encontraba yo haciendo un ejercicio de meditación muy sencillo, cuando pasó algo verdaderamente asombroso. La parte racional, es decir, mi pensamiento, estaba ahí perfectamente clara. Es la que escribe, la que habla, la que oigo todo el día en mi cabeza.... la que conocemos. Ahora bien, la otra parte, la sin palabras, también estaba ahí. Esto me sorprendió. Es decir, nunca jamás me había parado a "notarla", a darme cuenta de que estaba ahí. Y lo vi muy claro, lo racional por un lado, las emociones en otro. Lo vi tan claro y tan separado que... caramba! :=D Os va a parecer ridículo.

Fue como una presentación. Y una vez que lo vi claro y separado pensé.... "vamos a hacer una prueba". En ese momento, como cuando meditas estás muy concentrado, me fijé en que mis "emociones" no me estaban diciendo nada. Estaban, pero nada más. Estaba quietas, en silencio. De acuerdo, pensé, vamos a hacer un experimento. Probé a pensar algo agradable, y... casi al instante, mis emociones reaccionaron (alegría). Interesante. Probé, a posta, a pensar algo malo... y a los pocos segundos, lo mismo (tristeza, angustia...)

¡Ojo, era un diálogo! Bien, alguno dirá, ¿qué sentido tiene esto? Pues uno muy sencillo: la emoción no es un enemigo, es una parte de nosotros mismos muy auténtica, sin palabras, que dialoga con nuestra mente racional. Y no vamos a poder controlar las emociones, pero sí el pensamiento. Y, ¡sorpresa! el pensamiento controla las emociones.

Sé que lo habéis leído en libros miles de veces, que la tele nos bombardea con "tenéis que ser positivos", etc. etc. Pero no es lo mismo leerlo o saberlo que darte cuenta de verdad. Que ver como pasa con tus propios ojos (o con tu cabeza). Ahora bien, ¿qué alcance práctico tiene esto? Pues no lo sé, porque una cosa es realizar un ejercicio de meditación en un entorno tranquilo y silencioso y otra es meterte en la vorágine de la vida moderna y ver si estos conocimientos te sirven. Yo creo que sí sirven. Pero eso, el tiempo lo dirá...

¡¡¡Saludos!!!
Nelly.

Los audio-libros

Hace tiempo una amiga me regaló unos audio-libros en inglés. Yo pensé "uf, nunca consigo escuchar estas cosas" y es cierto porque, si me pongo los cascos y empiezo, de repente... "uy, mira, ¿no es ese el vecino de enfrente? qué jersey tan bonito"... "fíjate, un pájaro con las alas azules, ¿será un arrendajo?"... "¿te acordaste de poner la lavadora?"

Imposible. 

Me distraigo con el más mínimo cambio del ambiente, hay demasiadas cosas visuales que atrapan mi atención. Al revés que los libros que cuando comienzo a leerlos todo el mundo desaparece, me voy imaginando cosas y eso arrastra a su vez al resto de sentidos (desde las emociones al mismo tacto, mi imaginación es muy poderosa) con los audio-libros... no me ocurre igual. Por eso me asombra tanto lo que he descubierto hace poco.

Los audio-libros son estupendos antes de irse a dormir. Todo comenzó buscando en Internet algún cuento Zen. Y en vez de buscarlo en Google, lo busqué en Youtube. Y era de noche. Así que apagué la luz y en vez de leer, escuché. Y me enganché. Especialmente porque el cuento lo había "leído" antes y no lo había entendido del todo bien. Sin embargo, sin luz ninguna y contado como un cuento... si te centras sólo en las palabras, bien, no es que el mundo desaparezca, pero... se crea un entorno... adecuado.

fuente: corazondemelón.es


Es algo mágico. Como la radio. Y con lo que me gustan a mí las voces... es normal que lo disfrute un montón. Además, por la noche y en silencio no es que el mundo desaparezca, como con la lectura, es que el audio-libro forma parte de él, y me cuenta historias.

Y aquí viene mi duda, internautas, dado que me gustaría buscar alguno que otro... para escuchar estos días: ¿me podéis recomendar alguna página, algún link? Es que no sé dónde mirar, más que en Youtube.

Gracias y saludos!!
Nelly (Eva)

¡Qué desastre de función!


Es tan divertida que en el entreacto, y después de saludar a un actor pues mi ex-agencia de publicidad lleva las relaciones públicas de la obra (¡¡menuda sorpresa cuando entró en escena!!), le pregunté a otro actor:

- ¿¿¿Quién la ha escrito???

- Michael Frayn.

http://www.teatrocalderon.com/que-desastre-funcion.html (fuente)


Fuimos a ver la función especial de Fin de Año. 
Cuenta tres actos: en el primero vemos el ensayo general de una obra, bien entrada la madrugada, y es extremadamente divertido. Uno de los personajes, le dije a una amiga, se parece a un compañero de trabajo que siempre usaba muletillas. Ella se echó a reír, "¡Tienes razón!" me dijo. Es de los mejores personajes de la obra, muy muy divertido. Tienen narices que para comprenderle a él un poco más haya tenido que ver una obra de teatro (es un personaje que siempre dice: "esto... esto, vale, ¿entiendes? vale, ¿no? pues eso, ... pues ¿vale, no tío? ¿vale? Pues eso ¿no? Pues ya está, pues eso es" jajajaja... pero con mucho morro. Un tipo genial.

Cada actor tiene algún problema: una es cotilla, la otra es todo imagen y "sin cerebro", otro... jajajaja, a otro le surgen dudas existenciales para comprender a su personaje... el director (que también me recordaba a otra persona) inventa respuestas para cada uno. Claro porque, (¿qué hace un director? dirigir...) tenía que lograr que la función saliera adelante, era muy organizador. Y tenía una voz... poderosa.

El primer acto es cuadrar el trabajo de los actores. El segundo, jajajajaj. El segundo es la función. ¡¡Una función desastrosa!!

Y el tercero no os lo cuento. Nada está donde debería estar, los actores lo suplen como pueden, os vais a reír muchísimo. Es un poco exagerada, incluso, pero el género lo resiste y os doy mi palabra de que es una obra que se podría ver más de una vez, ocurren demasiadas cosas, y tenéis acción en cualquier punto del escenario en el que os fijéis.

***Nota para escritores/apunte en cuaderno de trabajo: la caracterización de personajes. Hay un momento en que un personaje dice: "no, eso no puede ser verdad" y adiviné lo que ella iba a decir a continuación y también lo que le iba a pasar al público. Ella dice: "No es verdad porque yo lo sabría". Claro, el público rompió en carcajadas. Ella era "la cotilla". ¿Cómo se logra que el público vea tan bien a un personaje? ¿son detalles? ¿o es exagerando los rasgos? Es esa coherencia y consistencia. Quizá debería exagerar los rasgos de un personaje hasta la caricatura, aunque en la novela nunca pueden ser caricaturas, en el teatro... a veces sí. Los actores exageran los rasgos para que el público del fondo de la sala lo entienda.

Un posible recurso para construir una buena historia: acentuar los rasgos de los personajes. ¿Y cómo mezclo eso con la sutileza?????

Saludos!!!
Nelly.
:=) MUY FELIZ DÍA A TODOS!!!!!


http://elblogdetuico.blogspot.com.es/2013/04/tuico-y-las-plumas.html


 

 

 

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