Esta mañana decidí ir a pagar un curso de Chi kung que mágicamente ha aparecido siendo de fin de semana, tal y como pedí, y quería pagar en efectivo.
Me fui fijando en que la gente cedía el paso, igual que lo cedo yo. Me fui fijando en que camino lento, en que otros caminan más lentos, en las personas, en general. Y cuando pasé cerca de un muro me detuve y caminé dos pasos atrás porque olía como un recuerdo.
Aparentemente, soy una mujer que ha visto algo y mira hacia lo alto de un muro. En realidad, intentaba identificar el olor. Era una residencia cristiana de monjas, o algo así. Me pregunté qué habría tras el muro del jardín y seguí andando.
("Esto es como lo de los olores cuando me acerco a mi compañero de trabajo, el que admiro....")
Veréis, huele a incienso. Y no... no, esperad, ni siquiera es eso. Huele al Templo. Pero es imposible que mi compañero de trabajo huela al templo budista porque nunca ha estado en él y ni siquiera es eso es... es otra cosa. No consigo identificarlo.
Como yo sé que el "cableado" del cerebro lo es todo... me pregunto qué tipo de resorte hace que cuando estoy con mi compañero mi mente decida que todo huela a Templo budista. Es, internautas, como si te acercas a alguien y oyes el mar.
Asusta, ¿verdad?
Pues sí. Mira que he investigado su mesa, la moqueta, los calcetines, .... no es perfume. Y, desde luego, no puede ser real. Pero ahí está.
Lo mismo que el muro y el olor.
(Puede ser jazmín....) pensé.
El problema de los olores son los recuerdos. Huele a infancia. Y estoy segura pero no logro averiguar por qué. Del mismo modo que tampoco consigo entender porqué mi compañero de trabajo huele así. De todos modos, seguí caminando.
Al cruzar la calle un señor en silla de ruedas que está parado delante de un comercio me exige ayuda.
Algo me enfada, mucho. Le miro y me encojo de hombros y abro las manos, sin hablar.
Me doy la vuelta y pienso:
(Y está... a dos pasos de entrar en el Templo un mendigo te pide ayuda y vas y se la deniegas. ¡Genial! Seguro que es un Buda reencarnado. Acabas de fallar una prueba. Estupendo, Eva. Viva tu generosidad. Menudo ejemplo... y ahora vas al templo a pagar treinta euros por un curso, ¿no? Encima, vas y le mientes...)
A este tremendo discurso que me he tomado la molestia de escribir, rápidamente surgió la "contra" argumentación:
(Pues mira... ¿sabes qué? ¡que dinero tampoco te ha pedido! Ha dicho ayuda... bueno, pues le deseo mucha felicidad. Mi compañero dijo que no todo es ayudar con dinero. ¡Es que ya está bien, hombre! ¡Que no puedo pasear en paz sin que me molesten! ¡Ya ahora culpa para mil años...!)
Me detuve frente al escaparate. El Templo, por fuera, es una tienda.
(Bueno, pues ahora no entro)
(*****************)
Eso en color "rojo" es Coso. Voy a traducirlo a palabras: (¿Por qué?)
(Porque me niego a entrar en el Templo con semejante estado mental)
Respiré. Dos veces. Miré las banderas. Miré los rosarios. Miré los buditas.
(Respira, cálmate. Y entra con la mente más limpia)
Me llama la atención un cartel junto a otros carteles. Es pequeño y pone: "El poder de la indignación"
Frunzo el ceño.
("El Poder de la Indignación", ... Dalai Lama)
¿??¿¿¿¿¿???
Frunzo el ceño más. Confusa. ¿Lo he leído bien?
("El Poder de la Indignación")
¿Qué?
¿Se han confundido?
Miro el resto del escaparate. Y ahora sí, respiro de nuevo. Y entro.
La campanilla suena y yo, que ya sabéis de "dónde" vengo, mentalmente, digo en voz bien alta:
-¡¡¡Buenos días!!!!
(Olvídate del mendigo, de lo de antes, de la culpa. Sé amable, y paga el curso)
He entrado un poco "efusiva de más" para tapar y olvidar mi cabreo.
La señora que está en la caja, tras el mostrador, está recitando. Habla en voz medio alta, medio baja. Y se inclina sobre una caja. Se oyen bolsas. Me acerco. Dado que he gritado: ¡buenos días! y la tienda es pequeña y yo he gritado... obvio, me está ignorando a propósito.
Observo la situación.
(Está recitando) pienso (debe ser un cántico budista de buenos días... habrán abierto hace poco)
Doy dos pasos hacia el mostrador. De la puerta al mostrador hay cinco. No hay obstáculos. Me paro.
La señora sigue cantando.
He aquí que Coso tiene a bien manifestarse nuevamente:
(*****************)
Y yo pienso a modo de respuesta:
(No. Aguarda pacientemente y ya está)
(********)
Las señora sigue recitando. Ahora dobla una bandera.
(No. No tengo por qué enfadarme. No voy a enfadarme)
Ni caso me hace la señora.
(***** ****)
(¿Te acuerdas de lo que el compañero de trabajo dijo sobre ejercitar la paciencia? Pues es lo que vamos a hacer. Si tienen que cantar todo el rosario o son plegarias y hay que esperar aquí en silencio durante diez minutos pues lo hacemos... Esta es una de esas situaciones en las que se ejercita la paciencia)
Las señora se da la vuelta y su cara expresa la mayor sorpresa que os podáis imaginar.
Y es que me mira como si yo hubiera surgido mágicamente delante de ella. No es susto... es la misma cara con la que miraría una aparición.
-¡¡Ay!! -exclama-, ¡¡Pero!!
Mira la puerta, me mira a mí.
-¡¡Pero!!
(jajajajjajajajaj)
(No si te digo yo que....)
-¿No me había visto? -pregunto.
-¡¡¡Ay pero!!! ¡Yo hablando en alta voz!
(Sí, todo el rosario. Primero cantaba, luego recitaba... lástima no entender lo que decía)
La mujer mira la puerta como si yo fuera el Mago Mandrake. Empieza a ser muy divertido.
-¡¡Pero... ¿cómo? Pero.. yo!!!
-He dicho buenos días -respondo-. Lo he dicho muy alto. ¿No sabías que estaba aquí? Lo he dicho bien alto.
(más la campanilla...)
-¡¡Pero me has oído hablando sola yo....!!!
(No se apure. Era muy bello. No sé lo que decía pero era bonito. A mí me sonaba bien)
-¡¡¿Cómo has entrado??!! ¡¿Cuándo??!
-Pues hace un ratito.
-¡Pero es imposible! ¡No te he visto! ¡Ni siquiera cuando estabas ahí delante!
Ya.
((suspiro))
Os lo he dicho. Soy invisible.
No sé... o tengo el nivel de energía muy bajo... o yo que sé qué. Cuando dijo eso, lo pensé. "No te he visto". Plantada delante, ni siquiera tenías que girarte, estaba en tu perfil, siendo una humana con sesenta kilos de peso y un metro sesenta y nueve de altura y no me has visto.
No es culpa tuya. Le pasa a mucha gente.
No me veo ni yo. ¡Jajajajajja!
Sonrío.
-Vengo a....
Pensando todo el tiempo en cómo debe sentirse ella, soy super amable. Me cuenta cosas del curso, le agradezco repetidamente la gestión. Ella que nota que no quiero irme sin un recibo que demuestre el pago, me anota cuándo es el curso. Decido darle cincuenta céntimos al señor que pide doblando la esquina y salgo de la tienda. Con muchas sonrisas. Ha sido el intercambio más sonriente del día.
Noto que ella piensa que soy mago.
Ha sido realmente divertido. Raro pero divertido. Las clientas no "surgen" en medio de tiendas. Y sí, soy de verdad. Y no, no me he materializado delante, no... vengo de la calle. Ay, señor. ¿Por qué ha tenido que pasar algo tan extraño?
Doblo la esquina y veo al que pide. Me acerco, sin hablar. Es curioso esto porque sin hablar muestro la moneda, se la doy, él me roza la mano cuando lo hago.
((Dureza))
(dureza y exigencia)
Que raro. Noto que mira el dinero enfadado, como si fuera poco. Lo va guardando en una cajita de madera. En vez de alegrarse... no se alegra.
Bah... sigo mi camino.
Y regreso a casa.
Si esto ha sido solo apuntarme al curso, no quiero ni imaginarme lo que puede pasar en esa clase de Chi Kung.
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