El misterio de una bolsa bandolera.

 


Hace una semana me compré una bolsa-bandolera con franjas de colores, como el arco iris. Tengo la costumbre de usar un bolso hasta que se rompe. No los combino con los zapatos, habitualmente, ni nada así. Lo lleno de cosas y me acompaña a todas partes, hasta que se cae a pedazos. Entonces es reemplazado por otro. 

Hoy sábado, por la mañana, me levanté y me puse a leer. Tenía que hacer muchas cosas, tenemos entradas para el palacio real, esta tarde tengo que ir a una feria del libro a conocer a un editor, etc. etc. Pero tanta actividad me estresa. Y, casualmente, el libro que leo trata de una joven japonesa (no tan joven, ya) de mi edad que se pasa el día del capítulo por el que voy, tirada en el futón.

"¿Ves?" pensaba yo, "la gente se pasa los días haciendo la croqueta y poco más... ¡normal que esté enfadada si tengo que hacer tantas cosas hoy! ¡No quiero ir a la compra! ¡No me apetece!".

Algo había en el libro que me hizo ponerme en marcha. No sé lo que es. Una frase, alguna tontería, pero me dije: "Bueno, está bien, voy a la compra volando y vuelto". Ah, ya sé lo que es. Si la prota podía hacer lo que le diera la gana, yo también.

(en realidad sale desnuda del baño y se enrolla una toalla en la cabeza)

Me puse mi pantalón de chandal favorito y mi jersey otoñal favorito. "Y, además, no pienso llevar cazadora", me dije. Empieza a hacer frío.

Y, por supuesto, agarré mi bolsa-bandolera-arco-iris. (En realidad es en tonos apagados, no te fijas mucho en ella)

Bajando en el ascensor mi intuición interior me preguntó si sabía por qué me gustaba tanto esa bolsa bandolera.

(Porque es lo que llevabas en la Universidad)

¡Ah! ¡La Universidad! Aquella ciudad de gente joven con docenas de Facultades para curiosear. 

Salí a la calle con mi bolsa bandolera, mis pantalones de chandal negros y mi jersey. Y al que no le guste, ¡que no mire!

Al principio, creí que el supermercado estaba cerrado. Pero no. Entré la mar de decidida.

Busqué lo que necesitaba, ¡estaba muy contenta! (todo por una bolsa bandolera) y cuando llegué al puesto de pan, empecé a llenar 5 panecillos integrales por bolsa. De repente.

-Perdona.

Me giro. Es el chico más sonriente del mundo.

-Eso que compras, ¿esta bueno?

Precisamente en un puesto de pan. No podía preguntarme sobre las lechugas o los tomates, no. Veréis, soy una friki del pan. Lo compro para toda la semana. 

-¡Sí! ¡Sí que lo está! -titubeé- Yo los compro porque son porciones pequeñas, ¿entiendes? y si quiero comer pan, no me como la barra entera...

(traducción: de todos los elementos del supermercado, y de hecho, si añades la joyería de la esquina y me preguntas, en lugar de esmeraldas yo lo que acapararía es pan).

Sigo llenando la bolsa.

-¿Y está rico, entonces? ¿No está muy duro?

¡Jajajajaj!

-No, de hecho yo lo congelo.

-¿En serio? ¿Se puede?

Miro al chico, sonríe. Y yo sonrío más como una idiota porque tengo una bolsa bandolera.

Pero esto no es Ciencias de la Información. Él no viene de medicina. Ni de Teleco. Y por algún motivo que no entiendo, le caigo bien. 

Es un chico rubio de pelo rizado, de mi edad y muy sonriente.

-Sí, lo congelo -le digo (y si te descuidas me llevo todo el stand) -y así tengo pan para toda la semana.

-¡Vaya! ¡Debe de estar rico!

(no es que soy una friki)

-¡Jajajaja!

-Oye.

-¿Sí?

-Has sido muy amable. Muchas gracias.

Me pongo roja. Creo que es hora de dirigirse a las pizzas o algo.

-No hay de qué.

¿Veis lo que pasa por llevar una bolsa bandolera? Luego subo a casa, retomo mi lectura y El Maestro y la chica (es una novela japonesa contemporánea) se ponen a hablar sobre "¿Sabes lo que es el karma?" y el Maestro dice: "hasta el encuentro más casual es karma".

Yo podría hablar de encuentros casuales pero no con extraños en un supermercado, sino con un actor en un tren...

Pero esa, claro, es otra historia. 



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