De mis viajes.


Tardé 20 años en subir a un avión.

El primer gran viaje que hice fue en la Universidad. Yo quería ir a Praga. Siempre quise ir a Praga. Pero otros alumnos querían ir a Mallorca. Dado que Mallorca está a tiro de piedra (¿cuánto puede tardarse? ¿Una hora en avión? No creo que llegue...) la clase se polarizó en dos posiciones: primera, la de aquellos que opinábamos que gastar un viaje de paso de Ecuador (de carrera, siempre me pregunté a qué venía ese nombre, dado que no cruzábamos la línea imaginaria que divide la Tierra en dos hemisferios) en irnos a donde se puede ir de vacaciones en cualquier otro momento era un desperdicio. Y los otros que cuando argumentaban decían: "fiesta, fiesta, fiesta".

"Fiesta ya tenemos en la ciudad", contestábamos los otros.

El día de la votación pasó algo muy raro. Ganábamos por 16 a 15 sobre el destino del viaje. Pero, curiosamente, cuando llegué a la clase (además, ese año yo hice turno de tarde porque sufrí un gran desamor y busqué trabajo. Así que estudiaba, trabajaba y por las noches me sacaba el carné de conducir) me encontré toda una sorpresa:

- Nos vamos a Túnez.

Me rasqué la barbilla y dije: ¿En qué país, en qué Universo...una decisión entre Mallorca y Praga termina con un viaje a Túnez? ¿Me lo puede explicar alguien?

Lo que había pasado es una experiencia sobre el ser humano. (Bueno, todo en verdad lo es, nunca he sido un pato). Resulta que los de Mallorca, viendo que perdían la votación, se juntaron y hablaron entre sí. Había un grupo independiente (dos personas) que quería ver Túnez. Ya veis, dos personas. Bien, los de Mallorca dijeron: "Da igual donde vayamos, con tal de que no sea Praga". Nunca entenderé esta actitud. Así que eligieron Túnez.

Quedamos 17 a 16.

Viajamos a Túnez. 

Y la verdad es que fue un viaje precioso. Nada más bajar del avión, vi un gran anuncio de coca-cola. Fue en ese momento en el que comprendí que la esperanza del ser humano pasaba porque la economía globalizara la sociedad, pero sociedad del bienestar. Como decía Pulqueria, el personaje de Olalla, las estrellas al otro lado del mar son las mismas, solo que tienen otro nombre. Pues eso. A lo mejor si todos bebemos coca-cola (puaj, a mi no me gusta) se consiga la paz mundial. Aunque cada uno llame al refresco de una manera. (¿Sabéis que Japón y China se pueden entender por escrito pero pronuncian diferente cada kanji?)

Fue mi primer viaje. Me impresionó la arena del Sahara. Es como la harina. Nunca imaginarías una arena tan fina, tan suave. Me traje tres frascos, jajajaja. Si lo supiera el Muso, diría: "Nelly y sus frascos, todo lo tiene que meter en frascos y etiquetar..." Ains, suspiro.

Mis amigos viajaban mucho (de hecho, una compañera de universidad viajó por medio mundo, antes de que su marido consiguiera plaza en una universidad inglesa de profesor). El que no se iba a París, se iba a Serbia (sí, lo habéis leído bien). Sitios muy extraños. A los 23 años estaba convencida de que jamás viajaría. De que iba a ser la tía más sosa del planeta... soy muy de "jamás esto" "nunca lo otro"...

Una amiga de Badalona propuso ir a ver a otra amiga que residía en ese momento en Edimburgo.

¿¿?? Edimburgo, Edimburgo... ¿qué se yo de Edimburgo? ¿No llevan falda ahí? Los chicos...

Avión a Edimburgo.

Las paradas del bus están del revés.  ¡JAJAJAJA! Anochece a las 4 de la tarde (era noviembre). Y las marquesinas están del revés. 

Vuelta a España. (Por su puesto, no se puede contar un viaje completo.. la ciudad tiene una arquitectura muy dramática, muy inglesa... vimos un desfile de caballeros con kilt. Nunca más dije "falda" para referirme al atuendo escocés. Y, por cierto, no sabéis lo bien que les queda jajajaj...

Un año más tarde volvía a estar en plan de: "¡oh, se acabaron mis viajes...!" Mi novio me propuso ir a México.

Ahí, la verdad, no sé porqué dije que sí. 
Avión a México.

El color del agua de Tulum me dejó sin palabras. Un delfín me dio un coletazo. Entendí de manera distinta a los delfines. Y me gustaron mucho, son seres a los que respeto un montón. Pero... la palabra es respeto. Antes era como "oooh, míralos, que graciosos", hasta que toqué uno y entonces fue: "ah, cielos". Son fuertes y son listos, y da la sensación de que tienen un sistema complejo en cuanto a lo social. No son solo bonitos y graciosos, un delfín enfadado te puede hacer mucho daño. Lo que hace que valores más esa forma que tienen de curiosear el mundo. 

9 horas infernales de regreso a España. La clase turista a veces puede ser terrible.

Ya está, ya hice mi gran viaje. Jamás volveré a viajar... meses después me proponen ir a París.

Avión a París.

París no me gustó.

Sí, ya  lo sé. ¿París no te gustó? No es que París no me gustase, es que no me gusta París.Y, sin embargo, he ido dos veces, una de ellas, sola. Mi parte favorita es Montmartre. Es como un refugio en una ciudad que se me antoja demasiado grande. No sé. Me agobio. Me pongo nerviosa con los franceses, no me entiendo bien con ellos. He pateado sola gran parte de esa ciudad, todo el Sena, hasta Notre Dame y claro que me impresiona. Pero... no estoy a gusto allí (y me callo o acabaré viviendo en ese lugar, con el tema este de la ironía del destino). 

 De regreso a España, empiezo a pensar que no debo preocuparme por ser la que menos viaja. 

Un par de años después voy a Praga. El callejón de Kafka, con sus colores, el reloj -aunque la famosa plaza estaba abarrotada-, los puentes y el cementerio judío se me quedan grabados. Ese viaje, hecho con menos presupuesto de lo que valían unas zapatillas (jajaja, vi un anuncio nada más llegar y pensé: oh, cielos, pero si llevamos menos dinero de lo que valen esos zapatos jajaja) me gustó mucho.

Coincidimos con el rodaje de una película.

Mi siguiente destino fue Roma. Con una amiga de un foro de literatura. Jamás había pensado ver Roma pero me pasó una cosa rara allí y es que, a diferencia de París, caminar por Roma era como caminar por mi casa. No sé, el color de las calles, el estilo de la gente, me sentí muy a gusto. Mucho. Los helados, las pizzas, las fuentes, las plazas,.... todo era... no sé, como estar en casa. Y me enamoré de una sandía jajajaj, como dice el Muso. Es que estábamos paseando cerca de un puesto de frutas y hacía un calor.... Roma fue una sorpresa. Y del Vaticano mejor hablamos otro día. Creo que no tenía clara la Iglesia a la que pertenecía hasta que vi aquello. Y me quedé un poco a cuadros. No sé, ... es un poco... algo así como grandiosa. Yo me imaginaba más bien un rollo humilde y todo eso... en fin. Además, las figuras de algunas iglesias eran ángeles con calaveras!!! ¡¡Qué susto!!. Eso sí, todo en mármol blanco. Mi lugar favorito: el puente de Saint Angelo. Tengo una de mis fotografías favoritas allí, al atardecer. Con el vaticano justo enfrente (en la foto solo sale el puente) me encantó. La luz del sol sobre ese puente y el agua... me gustaron muchísimo.

Vuelta a España. Me empeñó en ver Venecia (pero sin prisa). Pasan los años y voy a Venecia.

Venecia se hunde.

Claro que me gusto Venecia... pero se hunde. Fuimos en Noviembre. El sol se ponía sobre la plaza famosa y al mirar el móvil veo que son las tres y media de la tarde. ¡Las tres y media! ¡Y me quejo de que en España en invierno anochece a las seis! Nunca más el invierno español me deprimió. ¡Es un lujo la luz solar que tenemos!
De Venecia el alilaguna, la foto del palacio ducal con niebla desde... ¿en qué torre la tomé? y lo de las cafeterías con dos precios: el precio turista y el precio veneciano. Y, sobre todo, ese momento de: A San Marco por allí, A San Marco por allá

Miro con estupor un cartel en la pared de la plaza que señala que a San Marco puedes ir por la derecha o por la izquierda. ¡Venecia es tan Pequeña! Me entró la risa. Y le saqué una foto al cartel. El viaje fue con tres amigas, y estuvo muy bien. ¡Ah! incluso vimos una pequeña opera. 

Vuelta a España, pasan años sin viajar. Finalmente, un compañero de trabajo que se dedica a viajar cada fin de semana propone ir a Manchester. Por algún motivo Londrés a mí no me llama (y sé que es ignorancia, pero me abruma) y ante la insistencia vamos con él.

"¿Hablas inglés?" me pregunta. Respuesta: no.

Tendría que haber sido: "no, que yo sepa".

Francamente, no sé qué ocurrió ahí. Fuimos de albergue, lo más barato que puedas (billetes de avión 20 euros ida y vuelta). No sabíamos que tren tomar, y pitaban en el anden, así que me giré y hablé inglés con un señor en una vía. Y, repito, no sé bien qué paso, que al girarme mis amigos me miraban raro y dijeron: "¿Y tú no hablas inglés?".

No, no lo hablo. Lo entiendo y ... bueno, no sé, me hice amiga de una profesora alemana en el albergue y nos reímos muchísimo. Se llamaba Marina. Ella decía que era la española que mejor hablaba de todas las personas que había conocido. Me preguntó que dónde lo aprendí y contesté que en las películas. Se estuvo riendo quince minutos, ¡no se lo creía! Pero es la verdad. Y luego cuando yo le dije que Marina no era un nombre muy aleman, me miró divertida y me dijo: ¿Y qué nombre sí lo es? ¿Hanssss??? Y entonces me reí yo un buen rato.

De Manchester nos acercamos a Liverpool. En mi humilde opinión, y teniendo en cuenta que fue un viaje de tres días: no vimos demasiado. No tiene mucho... en fin, fue como viajar a Getafe. Liverpool tiene más cosas. Pero Manchester... como no te guste el futbol...  (esto es opinión personal, no quiero molestar a ningún lector que sea de allí).

De vuelta a España empiezan a surgir viajes como escritora. Vente a las Islas Canarias a presentar tu novela, vente a Valencia, y repites una y otra vez. Jamás pensé que viajaría por mis libros.

Pasan los años. Con la familia surge la oportunida de ver Oporto. Me encanta la luz y los puentes y más cosas. Vuelvo a París sola. 

Y empiezo a planetarme ese viaje que quería hacer de niña pero que sabía que era imposible y ni me atrevía a imaginarlo.

Japón.

"Tokyo no me va a gustar" me decía "sino te gusta París, ¿cómo te va a gustar Tokyo?" Me lo repetía como un mantra. Yo quería ver Kyoto. Desde niña, todo lo japonés me fascinaba. Hasta que leí Shogún, y me siguió fascinando pero pensé que ni de coña querría vivir allí. Aún así... era fascinante.

Pero quién se atreve a cumplir un sueño.

En mayo de este año viajé a Japón. Es, probablemente, el viaje más significativo que he hecho (pero tengo que añadir a la lista a Roma, porque la sensación de estar en casa es bastante rara cuando vas a un lugar que no has visto nunca), Japón es absolutamente diferente y incomparablemente fascinante. Es como el ser humano... evolucionado. Ya sé que esa cultura opresiva no es buena, que se va a perder, que tienen muchas normas... lo sé. Vale, sí, está todo muy encorsetado. Pero es que ...el otro día le contaba a mis amigos como un empleado de supermercado hiper-servil me detuvo con un gesto de la mano que me dejó muy sorprendida porque... parecía un maestro samurai. ¡No había nadie en la cola! Pero como yo no estaba en el lugar adecuado... y ninguno compartíamos un lenguaje asequible para los dos, va y me para con un movimiento de la mano (¡con lo débil que parecía!) absolutamente impensable. Y cuando me puse en en lugar adecuado, va, sonríe, y se inclina como si yo fuera su maestro al que rendir pleitesía. En Japón la mitad del tiempo es: "¡¡¡OOOOHHHH!!!" y la otra mitad es: "¿¿EEEINNNN??" y el resto se divide entre: ¡¡Hala!! y ¿Por qué no lo hemos pensado nosotros?

Tiene cosas, socialmente muy sencillas que aquí no aplicamos y que en mi opinión revelan una sociedad más evolucionada. No voy solo a lo tecnológico, hablo de poner tronas para bebes en todos los baños públicos, y de otras cosas más. Eso sí, aunque el protocolo y la ceremonia sé que a mí, personalmente, me fascinan... tiene que ser duro vivir allí y cumplir todas las normas (me está diciendo mi cerebro: ... o no.... jajajaj!)

Adoran la naturaleza. Son sintoístas al nacer, pero como no explica su religión lo que pasa al morir, cuando alguien muere, son budistas. Van al monje budista, porque su religión tiene huecos. Tienen ocho millones de dioses, o más. Los kamis. Aunque un kami puede ser también un espíritu. 

Comparten abecedario con los chinos. Mirad qué curioso. Ambos escriben "gato", igual. Pero un japonés lo lee de una forma, y un chino de otra. Japón importó el kanji chino, lo que favorece el intercambio entre ambos países. Pero lo leen diferente. 

Y esos son todos mis viajes.

Diría: "jamás viajaré otra vez", pero quién sabe... hoy en día está muy de moda. Aunque de Japón regresé con un concepto nuevo, y es que Japón y la cafetería que hay debajo de casa, es lo mismo. No sé, tras ese viaje... no sé, no tengo claro qué significa. Sólo sé que hay algo en Japón que es lo mismo que hay aquí. Esa felicidad no está fuera. Y estoy muy contenta por ello.

¡Nelly la viajera!
Devolviendo la conexión, jajajaj....



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