Domingo.

Sé que debería estar trabajando en la novela (ah! no os lo dije, mi editor me preguntó sobre una idea y estoy esperando a ver si le gusta para lanzarme a escribirla, mientras tanto, estoy con la del Muso) pero me resulta difícil concentrarme cuando no se me va de la cabeza la idea del modelo de rotación de la Vía Láctea en la que se nos ve viajando a 80.000 kilómetros hora ¿¿??

Menos mal que mi hermano me presentó a Crespo, quien dice en sus vídeos divulgativos que es lo mismo estar "parado" que estar moviéndote en un "movimiento de velocidad constante". Chic@s, en un Universo en el que no notas que viajas como un rayo es posible casi cualquier cosa.




Mientras le daba vueltas a la cucharilla del café y veía caer la lluvia fina tras el cristal me puse a pensar en lo tranquila que era mi casa. Y a raíz de un pequeño problema de dieta que no os voy a contar (somos adictos al azúcar, esta mañana a hurtadillas me eché un poco en el café y ufff! se me fue el dolor de cabeza) me senté en un taburete y de nuevo pensé en lo que me dijo el Muso hace tiempo sobre la comida. Y pensé en mí, y pensé en lo que me dijeron ayer a las 9 de la mañana (sábado) en la oficina:

- ¡¿Se puede saber de dónde sacas esa energía y esa alegría a esta hora, ¡un sábado!?

Cuatro horas más tarde, ni me tenía en pie. ¡El médico no me deja comer nada de la máquina de autoservicio!
Eso da qué pensar. Qué dolor de cabeza (y no soy de dolores de cabeza)
("¿Será el azúcar? ¿Hasta qué punto lo que comemos influye en cómo nos sentimos?")

Y ya puestos a pensar, me puse a pensar en todo. Soy una chica bastante nerviosa, tirando a la ansiedad, sin embargo, mi casa es muy, muy tranquila. Silenciosa, con un budita y rincones para leer. El Muso decía, cuando era mi jefe, (suena horrible llamarlo jefe), que a mí a veces había que alterarme para que trabajara mejor (eso suena incluso peor). Se refería a hacerme reír. No es fácil conocer a tu equipo de trabajo, ¿eh?. Yo le miré pensando: "este hombre no sabe lo hiper-histérica que soy". Con los años me he dado cuenta de una cosa. Y es que voy a saltos. Y yo creo que tiene que ver con el azúcar. A las nueve de la mañana estoy feliz y contenta. Pero a las ocho de la tarde cualquier pequeño problema parece mucho más grave de lo que es. Si me lo pasó bien me río y empiezo a hacer el payaso (esto era más mi forma de ser de niña) pero otras veces me descubro callada como una estatua y con el ánimo -no diría bajo-, diría ausente. Se tiende a confundir con tristeza. También me suelo agobiar mucho con las cosas.

Por casualidad escuché una vez una frase de un personaje de una serie a su novia: "¿Tienes hambre? Porque a veces las chicas, cuando estáis enfadadas, en realidad tenéis hambre" jajaja!! Esta estupidez (yo estaba trabajando en un libro cuando lo oí de fondo y levanté la cabeza pensando: "¿perdona?") Bien, como decía, esta estupidez es verdad. A veces estas cansada en un viaje y comienzas a discutir y pararte a tomar un café lo resuelve todo. Así que vuelve a ser el dichoso azúcar.

Y volviendo al tema literario y de formas de trabajar: para escribir y concentrarte necesitas un espacio libre de distracciones y ruidos. Porque al escribir y leer, desaparece todo. No sabéis los sustos que nos llevamos los escritores cuando llevas una hora concentrada y alguien te interrumpe y del salto que das casi te agarras a la lámpara del techo. Nos pasa a todos, en las tertulias de literatura nos reíamos mucho con eso. Alguien me dijo una vez: "eso es porque estás trabajando bien".

Y como último apunte, otra característica curiosa es que mis personajes siempre tienen nombres significativos. Una vez, en un taller literario, alguien que vino muchas veces dijo mientras una actriz leía mi cuento: "Ese es de Nelly, seguro" ¡Sssshh! ¡Calla! Luego le pregunté por qué lo sabía y me dijo que no había más que mirar los nombres. Los nombres y las palabras raras. 

La señora Asworth llamó por teléfono a mi oficina una tarde (anda que si lo supiera...)
Cristina (la hermana mayor de una protagonista de El Triángulo de las Bermudas) fue mi orientadora un tiempo. Se llamaba igual: Cristina.

Tomás en mi primer libro, es el Muso. No es que sea él, es que se basa en él por su calma con los clientes. Katya os podéis imaginar...

Sofía es un nombre que elegí pero porque me gusta mucho, me parece precioso (creo que sale en La Caja de Pandora o en El Triángulo de las Bermudas)

Berta es Beatriz, nunca lo sabrá, porque perdí contacto con ella tras la Universidad. Era mi mejor amiga entonces.

Hay nombres en los libros de mis compañeros de trabajo: Faysal, Agustín, Maider... 

La creatividad es como una gran batidora. 

"Maider" me parece precioso y a los amigos, curiosamente, no les gusta. A mí sí porque jamás había oído ese nombre. "Maider". Suena bien, Mai, suena genial. Y -der también. 

En fin, ahora sí tengo que ponerme a escribir o no terminaré nunca...



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