Erase una vez... El cabreo.

Érase una vez que la Alcaldesa de Cuentos de Nelly estaba dando golpes con su bota a una pared, con el ceño fruncido y los puños apretados; los dientes como si mordiera algo y el rostro tenso.
- ¿Qué haces? -le preguntó un personaje de cuento.
- ¡Nada! -contestó la Alcaldesa.
Un poco sorprendido por verla de aquel humor de perros, el personaje se alejó con gesto circunspecto mientras ella seguía destrozándose la bota contra el duro hormigón. Al ser Nelly de carácter risueño, resultaba raro verla enojada, pero había que reconocer que tenía mucho carácter. Uno de sus allegados del mundo poblado por seres no imaginados le decía: "tienes un gran aguante y paciencia, pero, ¡eres complicada!"
Eso le decía y era verdad, pues la Alcaldesa aguantaba y aguantaba... pero cuando se enfadaba temblaba el suelo.
- ¡Buenas tardes, Alcaldesa! -dijo el orfebre.
- ¡No son nada buenas! -rezongó Nelly.
(¡Cielos!) pensó el orfebre alejándose con un paquete envuelto.
- Te vas a romper la bota - dijo una voz desde lo alto del muro.
Nelly miró hacia arriba. Era el niño mensajero. Estaba sentado sobre el muro gris, con su cabello revuelto y sus ojos alegres. Representaba una tierna edad de ocho o nueve años, aunque la Alcaldesa sospechaba que contaba muchos más. Además de vivir en los cuentos, vagaba por los sueños con una particular característica: indicaba siempre el camino correcto a seguir.
- Me da igual -dijo Nelly.
- Son tus preferidas.
- Eso tampoco me importa.
El niño mensajero de un salto ágil y resuelto bajó al suelo. Sonreía, como siempre.
- Estoy enfadada -le informó la Alcaldesa.
- Eso ya se ve -respondió el niño.
- El mundo no es justo -añadió la Alcaldesa.
El niño suspiró.
- ¿Cómo sería un mundo justo? -preguntó a la Alcaldesa.
- Tú lo sabes bien -respondió Nelly, echando a andar calle abajo...
Llevaba los brazos cruzados sobre el pecho y estaba muy enfadada.
- ¿Serviría de algo decirte que tienes la razón...? -preguntó el muchacho.
- ¿La tengo?
- Nadie te la quita -dijo el niño-, en este aspecto en concreto. Pero por mucho que te enfades, eso no va a cambiar nada.
Nell se rascó una oreja. Luego la nariz. Luego cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro y por último descruzó los brazos.
- Hum... -murmuró pensativa, y luego sentenció:- es que no es justo.
- Vale -repuso el niño- no lo es.
Nell se sentó en el suelo. Junto a unas bonitas flores. La ciudad de los cuentos lucía maravillosa, se acercaba la primavera y podía notarse en el aire el cambio de estación. Todo era luz y color. Los tejados de las casas azules, naranjas y rojos refulgían. Se notaba cierta emoción en el aire, como cuando se espera un cambio.
- ¿Sabes una cosa? -le dijo la Alcaldesa al niño mensajero-, estar enfadada gasta mucha energía...
El niño señaló unas margaritas.
- ...se siente como un incendio por dentro.
El niño señaló una mariposa.
- ... y claro, cansa un poco.
El niño señaló el atardecer.
- ¡Qué de cosas lindas! -dijo Nelly sonriendo.
El niño mensajero también sonrió.
- Tienes un don tremendo -le dijo a Nelly-, ¿lo sabías?
Nelly se encogió de hombros.
- No, ¿cuál es?
- No eres nada rencorosa.
- ¿Seguro? -preguntó Nelly.
- ¿Sigues enfadada? -preguntó el niño mensajero.
- Mmmmmmmmmmm.... La verdad es que no.
- ¿Sabes por qué te has enfadado tanto?
- Eso ya es más difícil.



- Piénsalo bien porque siempre te enfadas por lo mismo.
Pasó una bicicleta frente a ellos, mientras Nelly pensaba. Luego una mujer con un perro que se detuvo a charlar con un hombre que portaba un periódico bajo el brazo.
- Es que no lo tengo claro -dijo Nelly.
El niño mensajero se echó a reír.
- Sí que lo sabes -dijo-al menos una parte. Pero en vez de buscar lo que te enfada estás buscando cómo cambiarlo. Y no se trata de eso. Se trata de que sepas lo que te molesta tanto.
- No quiero decirlo -respondió Nell- ¿de qué sirve saber que algo te molesta si te molesta igual? ¡Es absurdo!
- ¿Eres consciente de que te enfadas contigo misma cuando ocurre... y eso hace que algo dentro de ti se defienda y te genere todo ese malestar?
Nelly iba a contestar pero de sus labios no salió palabra alguna.
- Piénsalo bien...
- ¡¿Y qué esperas que haga, que me de todo igual?! -gritó furiosa- ¡porque me dan ganas de que me de igual! ¡Eso sería una buena defensa!
El niño mensajero se dejó caer a su lado.
- No encuentras la solución, ¿verdad?
- Pues no -respondió Nelly-, no la encuentro.
El niño mensajero suspiró.
- Y llevas meses buscándola...
- Pues sí, llevo meses.
Entonces Nelly tuvo una idea.
- ¡Tú...!
Los ojos del niño mensajero se abrieron de par en par.
- Ni se te ocurra....
- Pero cumples todo lo que te pido... -dijo Nelly entusiasmada.
- ¿Qué me vas a pedir esta vez?
Por segunda vez durante aquella charla, Nelly abrió la boca pero no dijo nada. ¿Qué quería pedirle? ¿Eliminar el cabreo de la faz de la Tierra?
De pronto se le ocurrió una idea. Una idea que se le antojó maravillosa.
- Es una solución... -respondió el niño que podía leerle el pensamiento-, pero de nuevo estas evadiendo...
- ¡Sí, es que va en mi nombre! Eva...
- ¡jajajajaj!
- jajajaja.
 
Después de aquello Nelly pensó una cosa, enviar al niño mensajero a charlar con más gente cabreada. Lo que Nelly no sabía es que la gente cabreada normalmente no quiere hablar, sino dar patadas a las cosas, pero como su intención era buena, el muchacho decidió visitar otras mentes y escribir en otros imaginarios un sinfín de cuentos...
 
FIN.
 

2 comentarios:

Karla Ximena dijo...

Me encantó el niño mensajero. Besos.

Nelly dijo...

^_^ No sé que haría yo sin él.... porque de verdad, de verdad que hoy sigo igual de enfadada...
O casi.
Un poco menos.
Pero poco.
^_^

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